Parque Ribera de Castilla. A. Mingueza

Demonio

Algo que decir ·

«A día de hoy, si salgo de paseo, además de no probar el alcohol, lo hago para gozar de mi ciudad descubriendo y pateando rincones y parques municipales que rara vez frecuentaba»

Cuando tenía cuarenta años menos podía pasarme varios días seguidos sin salir de casa recuperándome de las resacas del fin de semana, a base de dormir siestas de orinal y padrenuestro. Ahora que me he metido en una edad provecta que me cuesta reconocer, a ... diario salgo a pasear y los fines de semana me recluyo con el mando a distancia de la tele cerca para moverme lo justito. A día de hoy, si salgo de paseo, además de no probar el alcohol, lo hago para gozar de mi ciudad descubriendo y pateando rincones y parques municipales que rara vez frecuentaba cuando llevaba pantalón campana. Por fortuna, la capital dispone de media docena de grandes y buenos espacios públicos que da gusto recorrer.

Publicidad

Sin desdeñar ninguno, mi preferido es el Ribera de Castilla, que empieza en el Puente Mayor y acaba en la desembocadura del Esgueva en el Pisuerga: dos o tres kilómetros de marcha alternando recorridos por tierra firme o pisando hierba. El único defecto que encuentro a esta ruta y otras similares son esos aparatos del demonio que nos invitan a hacer gimnasia: esquís de fondo, volantes, caballos, timones, surf y otras diabluras para mover brazos, piernas, cuello y esqueleto en general: vade retro, Satanás. Cuando veo a algún mayorón deslomándose para fortalecer la cadera o mejorar las articulaciones, me dan ganas de echarme a correr. No lo hago porque corro el riesgo de pisar una caca de perro…

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad