La democracia como programa
Después de las palabras ·
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Después de las palabras ·
Hoy solo podemos llamar demócratas a los dirigentes que trabajan para que la mayoría acceda al mejor nivel de escolarización, conocimientos, salud, vivienda y trabajoWalter Benjamin ha defendido que el verdadero contenido de la historia es la historia de los marginados, y la historia de la persistencia en sus reivindicaciones. A juicio de Stéphane Hessel, el esfuerzo de la democracia debería ser la acción para que los desfavorecidos alcancen ... a ser un pueblo de bienestar, y ya no lo es. Para Hessel, el concepto de democracia debe ser considerado «un programa», como debería ser la Declaración de los Derechos Humanos. Este programa consiste en que todos tengan acceso igualitario en materia de libertad y derechos. Hoy solo podemos llamar demócratas a los dirigentes que trabajan para que la mayoría acceda al mejor nivel de escolarización, conocimientos, salud, vivienda y trabajo.
Peter Sloterdijk ha incidido en que el problema de la democracia es que las personas no desean ser iguales, sino preferidas, «la igualdad en la insignificancia no interesa a nadie. La democracia perfecta sería la que inventara el arte de preferir a todo el mundo». La sugestión de Sloterdijk no sería tanto una paradoja como un paradigma.
Zygmunt Bauman incide en que aún se considera utópica la idea de la Organización Internacional del Trabajo de incluir la seguridad social en la lista de derechos fundamentales, y la política internacional ya vislumbra esa solución para el futuro. La realidad es menos complaciente, según 'Le Monde', mientras la protección social consume hasta una quinta parte de la riqueza nacional en los países desarrollados, los países pobres solo disponen de una provisión social de un 4% de media de sus presupuestos.
Danilo Zolo sugiere que vivimos un régimen de « teleoligarquía posdemocrática», una posdemocracia en la que la inmensa mayoría de los ciudadanos no escogen ni eligen, sino que ignoran, silenciosamente obedientes. Paul Krugman es más contundente, «solo se necesitan votantes disgustados que no sepan qué hay en juego… y de esos hay muchos».
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