Seguidores de Bolsonaro causan destrozos en Brasilia. REUTERS

Democracia para Brasil

El intolerable asalto a los Tres Poderes no solo atenta contra Lula, lo hace contra los propios derechos de los que se ha valido Bolsonaro

El Norte

Valladolid

Lunes, 9 de enero 2023, 00:00

Brasil se ha visto sacudido en las últimas horas, y con él todos los países que componen el mundo democrático, con un intento de golpe de Estado que al cierre de esta edición proseguía con el asalto a los edificios de los Tres Poderes en ... Brasilia –el Congreso, la Presidencia y el Supremo– sin que los atacantes, seguidores del exmandatario ultraderechista Jair Bolsonaro, parecieran contar con la adhesión del Ejército. Los asaltantes llevaban días acampados en diversos puntos del territorio brasileño, alentados por las palabras y los gestos con los que Bolsonaro no ha reconocido y ha intentado deslegitimar la ajustada victoria electoral de Luiz Inácio Lula da Silva, al que hace justo una semana se negó a reonocer con la banda presidencial en el regreso del líder izquierdista al poder. Lula se ha encontrado con un gabinete indeciso a la hora de decidir si el nuevo Ejecutivo disolvía o no por la fuerza la amenaza congregada en hordas de violento sectarismo que estallaron ayer contra el Estado constitucional brasileño; el presidente, que se encontraba en Sao Paulo lejos de su despacho en el Palacio de Planalto asediado por los 'bolsonaristas', respondió en su intervención de urgencia tras la tentativa golpista con la destitución del responsable de seguridad y un decreto por el que el poder federal intervendrá para restituir la legalidad en Brasilia.Pero que los hechos pudieran verse venir y se hayan desbordado no cambia la culpabilidad única de un asalto inaceptable para la frágil democracia del país y para el veredicto de las urnas que ha resucitado el ascendiente de Lula. Porque no es a él –o no solo a él– al que trata de derrocar el vandalismo de inspiración fascista. Este vulnera los derechos a la convivencia de toda la ciudadanía brasileña, incluidos los del Bolsonaro que fue presidente gracias a la democracia y cuya responsabilidad última habrá que determinar y los de todos los que siguen su extremismo extravagante y fanatizado.

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Este asalto a los poderes constitucionales en el maltratado corazón de Latinoamérica coincide con el segundo aniversario de la insólita algarada del 'trumpismo' contra el Capitolio estadounidense y con la tensas horas de parálisis soportadas en la Cámara de Representantes hasta la elección de Kevin McCarthy. Lo que evidencia que ni las democracias más añejas están libres de ver erosionados sus principios fundacionales y que el populismo más intransigente y venenoso puede contagiarse como corriente sanguínea a lo largo del mundo civilizado.

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