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Asalto al Capitolio. Efe

La democracia en América

El avisador ·

«Ronald Reagan, sin embargo, ya advirtió en su día que a los Estados Unidos siempre les falta una generación para alcanzar la madurez política»

Carlos Aganzo

Valladolid

Sábado, 9 de enero 2021, 09:34

Las imágenes del asalto al Capitolio producen escalofrío histórico. En el exterior, la memoria retrotrae a los tiempos del dipsómano Yeltsin, leyendo su manifiesto sobre un carro de combate a las puertas de la Casa Blanca de Moscú, en 1991. Las del interior, tomadas ... desde la tribuna con sus señorías por los suelos, al fantasma de Tejero en nuestro Congreso en 1981. La democracia no ha sido fácil de sostener en ninguna parte.

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Imágenes delirantes. Seres granujientos, afianzados en su opulencia de plástico y zapatillas de deporte sin dejar de hacer fotos con sus teléfonos móviles. Incluso exhibiciones de peletería que recordaban a ese club exclusivo, el de los Búfalos Mojados, al que pertenecían Pedro y Pablo, no Sánchez e Iglesias, sino Picapiedra y Mármol. La piel de eso que unos llaman la América profunda y otros la América real. Acompañada de toda esa épica hollywoodiense de las películas de acción, con búnker, habitaciones del pánico y trenes subterráneos para escapar de las hordas. La concomitancia entre la heroína Pelosi, y el arrepentido Pence. Agentes secretos hasta en los cuartos de baño. Y al final la sirena en la estación de guardia del SWAT. La llegada de los hombres de Harrelson. TJ en el tejado y fin de la insurrección…

«Apenas un gobierno intenta ir más allá de su esfera política, (…) ejerce (…) una tiranía insoportable», escribió Alexis de Tocqueville en 'La democracia en América'. Esto es lo que pasa. Bajo esa gran propaganda de siglos que anuncia a América como la tierra de la libertad, lo cierto es que la tiranía nunca dejó de tener allí su espacio exclusivo. Y su gusto popular. Llámense mafias y sociedades secretas, aberraciones racistas, cazas de brujas o, simplemente, razones de estado, suficientes para aplastar cualquier voz disidente con el peso de la ley. Y de las armas. Los buenistas piensan ahora que Biden, en su digna debilidad, representa la reacción de los americanos sensatos. Y hasta están dispuestos a creer que tan anciano caballero encarna los anhelos de una nueva generación, dispuesta a enterrar en el pasado a Trump tan pronto como sea posible. Ronald Reagan, sin embargo, ya advirtió en su día que a los Estados Unidos siempre les falta una generación para alcanzar la madurez política. Y a mí me da la impresión de que si el relevo que esperamos es el que surge de esta locura colectiva de la peste, igual va a hacer falta alguna generación más. En Estados Unidos como en Europa porque, como decía Tocqueville, no hay democracia perfecta. Sólo diferencias.

El virus ataca a las personas, pero también a los sistemas. Y da la impresión de que las nuevas generaciones están tan cansadas de las mascarillas como de la democracia tradicional. En sus sueños, la única democracia posible es la telemático asamblearia, la popular. Ignorando que ese populismo libertario ya lo manejaron a placer, antes que Trump, otros como Hitler o Stalin. Tiranos al frente de la manifestación para derribar las estatuas de los antiguos dioses. Y levantar enseguida las nuevas. El asalto al Capitolio es ya un signo de este nuevo derrumbamiento. La primera foto espeluznante de 2021.

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