Elisa Delibes, hija del escritor y presidenta de la Fundación Miguel Delibes, se emocionó el miércoles pasado en la Diputación de Valladolid cuando terminó de pronunciar unas breves palabras durante el acto que sirvió para presentar en la ciudad 'La amistad de dos gigantes'. ... El libro, editado por Destino, incluye casi trescientas cartas que se intercambiaron su padre –el primero de los gigantes– y Francisco Umbral –el segundo gigante, doce años más joven– a lo largo de casi medio siglo, entre 1960 y 2007, cuando murió el autor de 'Mortal y rosa'.
Tras fallecer su padre en 2010, Elisa Delibes se ocupó de recuperar y reunir su legado, en el que destacaba una ingente correspondencia conservada, como explicó, de manera desigual: sus carpetas guardaban mucho material de unos años, pero casi nada de otros. Destacaban las misivas que se cruzó con su discípulo, íntimo amigo y colaborador Francisco Umbral, considerado en tan alta estima por el histórico director de El Norte que llegó a tratarlo con la familiaridad y cariño con que se trata a un hijo. Elisa Delibes se emocionó con razón. Porque quien entre a leer este libro descubrirá la relación desnuda, cotidiana y doméstica, dura, agria a veces, siempre emocional y emocionante, de dos genios de la literatura y el periodismo.
El libro activa en el lector –ni que decir en la familia de los protagonistas– interruptores sentimentales e intelectuales que no activa la ficción ni, mucho menos, la algarabía o estruendo de nuestros días. Porque eso que uno lee en él –real, reservado, vivido– es un valioso tesoro que dos fundaciones fuertemente ligadas a Valladolid –en representación de la Francisco Umbral asistió María España, su viuda– han decidido hacer público y poner a disposición de todo el mundo. Generosamente. Delibes dijo a su 'querido Paco' un 16 de marzo de 1971: «Leyendo mis cartas impresas tengo la impresión de estar en la ventana enseñando las partes a los vecinos». Y conscientes de que, por encima del pudor que seguramente hubiesen padecido en vida nuestros 'gigantes' si hubiesen sabido que tal cosa podría suceder con sus cartas, redactadas y enviadas en el contexto de una conversación privada y personal, está el derecho de la sociedad a conocer los pormenores de una relación que ya forma parte de la historia de la literatura universal y, muy especialmente, en castellano.
Si, como le escribía Delibes a Umbral el 16 de febrero de 1970 –en el texto número 130 que incorpora el volumen–, «en los periódicos se hace la cama a los libros», espero que esta carta dominical se convierta en un mullido colchón para una jugosa recopilación de interioridades y pique al menos la curiosidad de todo aquel que la lea.
Para abrir boca, como aperitivo de todo lo que contiene esta joya editorial, sirva el fragmento de un texto mecanografiado por Umbral y enviado a su tutor desde Madrid el 10 de marzo de 1971 que ejemplifica el tono, el estilo y la lealtad y cercanía con que se desempeñaron en su larguísima, sincera e intensa amistad: «Te agradezco tu invitación a concursar en el Godó, pero ya hace mucho tiempo que no voy a premios de ninguna clase. Si alguna vez me ves en un premio, será porque me lo han dado previamente. [...] Veo que tu pierna va bien. Ya sé que, cojo y todo, saliste a matar bichos sentado. Creo que te lo ponían todo a tiro, como a otros que tú y yo sabemos. A los grandes, cuando llegáis arriba, os da por esas cosas. ¿No has probado con los salmones?»
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