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Cuando en los atardeceres de las ciudades se escuchan los aplausos de los ciudadanos a los trabajadores de la salud y otros servicios esenciales, nadie parece acordarse de periodistas, empresas editoras y otros profesionales de la información que hacen posible las 24 horas del día ... que todos estemos bien informados de cuanto merece nuestro interés y, en estos momentos dramáticos, especialmente de la evolución de la pandemia.
Todos estos profesionales están asumiendo riesgos graves, unos acercándose a los focos de contagio para contarlo con rapidez y precisión, y otros haciendo esfuerzos extraordinarios por mantener a sus empresas, editores de todo tipo de medios: periódicos impresos y digitales, emisoras de radio y televisión, agencias de noticias y sin olvidar a los quiosqueros –una actividad languideciente por múltiples motivos– que afrontando peligros, soportado ahora frío y nieve, ponen a nuestro alcance satisfacer esta necesidad vital que es la prensa.
Pocas veces como ahora disponer de medios que nos mantienen puntualmente informados o nos proporcionan entretenimiento para estas horas de reclusión, se vuelve más imprescindible para los ciudadanos al mismo tiempo que más sacrificado para unos y económicamente costoso para quienes lo hacen posible. El coronavirus ha multiplicado el consumo de información pero no ha incrementado los ingresos, antes al contrario los ha limitado, para sustentar a las estructuras técnicas y administrativas y a sus profesionales.
La publicidad, fundamental en la financiación de los medios, ha caído en picado por la limitación al consumo general mientras los costes de producción han crecido ante las precauciones contra el virus. Gobierno y comunidades autónomas están reaccionando con ayudas y créditos para que muchas empresas puedan resistir y salir de la crisis. Es lógico. Y las empresas de comunicación no pueden ser menos.
Tienen que seguir renovando su oferta al día, a la hora, al minuto...; un producto tan de primera necesidad como la información. Y también mantener activas sus plantillas porque sin profesionales competentes no es posible ofrecer el servicio que se les exige. Por eso velar por la supervivencia de sus estructuras industriales y profesionales, a la vez que garantizar la calidad de sus servicios, resulta vital.
¿Alguien se imagina en su confinamiento doméstico despertarse por la mañana sin poder escuchar un noticiario, sin leer el periódico o poder ver las imágenes de la actualidad e incluso entretener unas horas de monotonía vital? Los medios son productos de primera necesidad, no más que otros pero por fortuna si más accesibles.
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