Secciones
Servicios
Destacamos
En enero empezaron a sonar las alarmas, pero en febrero el aullido de las sirenas llegó a ser ensordecedor. Algunos lo escucharon y comenzaron a gestionar la crisis a través de una información veraz y oportuna a la población, divulgando reglas de autoprotección, estableciendo ... normas de distanciamiento social, acumulando recursos que se estimaba iban a ser críticos y evaluando las posibilidades del sistema sanitario nacional. Otros también lo escucharon pero por irresponsabilidad, inexperiencia, o condicionamientos ideológicos, decidieron retrasar la adopción de las medidas que les exigía una adecuada gestión de la crisis.
Los primeros tuvieron éxito, y consiguieron disminuir los efectos de la pandemia en su población. Los segundos fracasaron, y los ciudadanos por ellos gobernados tuvieron que sufrir los efectos y secuelas de la pandemia en toda su dureza. El número de víctimas mortales, en cada uno de esos países, establece de manera macabra la eficacia de sus gobernantes.
Y es importante tener en cuenta que cuando la gestión de una crisis sanitaria finaliza en un fracaso absoluto, no es válido poner como disculpa el descentralizado sistema de la sanidad nacional, la escasez de recursos críticos, los organismos subordinados de la administración (¿cuándo van a asumir los gobernantes que se puede delegar autoridad, pero nunca responsabilidad?), o a la Organización Mundial de la Salud. Sobre todo cuando, por encima de todo lo anterior, es una evidencia que el retraso en la adopción de medidas puede haber costado decenas de miles de vidas.
Según un equipo de la Universidad de Columbia, si las medidas de distanciamiento social se hubiesen adoptado en Estados Unidos una semana antes de lo que se hicieron (a primeros de marzo en lugar de a mediados de marzo) se hubiesen producido 36.000 fallecimientos menos, y si se hubiesen adoptado dos semanas antes, el 1 de marzo, hubieran sido 54.000 personas las que habrían salvado la vida.
En palabras del director del equipo de investigación: «Existe una gran, gran diferencia. Ese pequeño momento en el tiempo, atraparlo en esa fase de crecimiento, es increíblemente crítico para reducir el número de muertes».
Además de esa trágica pérdida de vidas humanas, la pandemia también ha causado una parálisis económica, de diversa intensidad en función de la situación de cada país, que ya ha provocado una crisis que puede tener, en el caso de no ser bien gestionada, gravísimas consecuencias laborales, sociales y políticas.
Lo anterior lleva hacia un escenario convulso y de gran inestabilidad, con el riesgo siempre peligroso de un estallido social con resultados imprevisibles. En las fases finales de la pandemia es de esperar que los gobernantes hayan aprendido algo de los errores cometidos, y que empiecen a implementar las medidas necesarias para neutralizar, o al menos reducir, los riesgos y amenazas que nos acechan desde un horizonte inmediato.
Si nuestros gobernantes se han dado cuenta de que esta crisis económica nos empuja al desastre, tienen que aceptar las consecuencias políticas que pueden implicar la adopción de las medidas necesarias para disminuir sus efectos. Porque no se puede esperar a que nos alcance sin hacer nada, para pedir después a la Unión Europea el rescate del país.
No es un caso en el que se trate solo de salud versus economía, sobre todo cuando una pésima situación económica también produce efectos devastadores. La crisis económica consecuencia del virus, en la que nos encontramos ya inmersos, es también un asesino silencioso.
Sin embargo la cruda realidad enfría el optimismo en el futuro. El acuerdo político para derogar «de manera íntegra la reforma laboral» pone los pelos de punta, por lo que tiene de irresponsabilidad. Genera muy poca confianza ver como algunos partidos políticos no han tenido, en las actuales circunstancias, ningún reparo ético, ni intelectual, en firmar un documento que dice literalmente:
«… la reforma laboral deberá ser efectiva antes de la finalización de las medidas extraordinarias adoptadas por el gobierno en materia económica y laboral derivadas de la crisis originada por la covid-19».
¿Es esa una de las finalidades del tan traído y llevado estado de alarma establecido, según algunos, para «salvar vidas»?
Noticia Relacionada
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.