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Sin entrar en la polémica estéril de cuándo comienza realmente una década, es claro que los años de la década de los diez han sido de excepcionales y trascendentales cambios y mudanzas. En España y a escala global. En nuestro país, al asomarnos a ese ... periodo, estábamos en plena crisis, y a punto de que los conservadores tomaran el relevo de un Rodríguez Zapatero visiblemente desbordado que accedió a acortar su segundo mandato y a ceder el protagonismo a Rubalcaba en el ultimo tramo de su presidencia.
Durante los años posteriores, fueron muy ostensibles las manifestaciones de indignación de una ciudadanía que había visto la impotencia de la política y de las instituciones para frenar el rapidísimo deterioro de su nivel de vida y que las terapias aplicadas, capaces de reequilibrar las magnitudes macroeconómicas, dejaban un rastro desolador de inequidad y desequilibrio social. Ello dio lugar al surgimiento de los populismos; primero Podemos, que irrumpió con fuerza en las elecciones generales de 2015; después Vox, que lo ha hecho con una intensidad preocupante. La década ha registrado también la abdicación del rey Juan Carlos y la llegada de su hijo Felipe VI, así como el ascenso y la caída estrepitosa de una aventura política interesante, la de Ciudadanos, que pereció víctima de la impericia y megalomanía de su líder, ya fuera de la política.
En ese periodo, en que ha tomado cuerpo una multipolaridad que no previó Fukuyama, ha registrado la eclosión del populismo y ha concluido en un ambiente de inestabilidad global y compleja, ha sido reseñable la carrera tecnológica, vinculada al apremio que introduce en las sociedades más concienciadas el cambio climático.
La industria se ve abocada a grandes y precipitados cambios en pos de la descarbonización; la automatización desembocará en cambios sociolaborales de gran calado: el desempleo estructural obligará a generalizar la renta básica universal y se reducirá seguramente la jornada laboral… Todo ello obligará a mejoras en la representación política para no frustrar aún más a los electores y salvar de la quema a la propia democracia, que deberá perfeccionarse.
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