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Desde que la Muralla china y el Muro de Adriano demostraran su aparente fortaleza para frenar al enemigo, ninguna frontera conocida ha sido impermeable. Hace tres siglos el rey de Francia Luis XIV ordenó a su Mariscal de Fortalezas, Marqués de Vauban, ... la construcción del Fuerte de Bellegarde, que debía asegurar la línea fronteriza con España entre la Junquera y Le Perthus. En el museo de ese Fuerte se da noticia de las seis veces que la misma cambió de bandera en las guerras entre españoles y franceses, se narra la tragedia de los 300.000 republicanos españoles camino del exilio por ese confín pirenaico y se documentan las atrocidades de la Gestapo, que utilizó el Fuerte como cárcel para prisioneros de guerra, judíos fugitivos y agentes de la resistencia francesa.
A veces las agendas políticas marcan la pauta de la diplomacia y sus objetivos con mayor claridad que las declaraciones de sus líderes. Acosado por el rebrote del terrorismo islamista en Francia, el presidente Emmanuel Macron decidió pasar revista el pasado jueves a uno de esos baluartes fronterizos, la Comisaría de Le Perthus, que vigila una de las principales puertas de entrada de emigrantes clandestinos desde España. La certidumbre de que el terrorista tunecino Brahim Aioussaoi llegó a Niza, donde asesinó a tres personas, viajando en patera hasta Lampedusa y ser puesto allí en libertad por las autoridades italianas, ha activado todas las alarmas. El Gobierno francés aplica desde hace dos semanas una estrategia cercana al estado de sitio: 7.000 soldados patrullan las zonas de riesgo en la periferia de las grandes ciudades donde habitan las comunidades musulmanas, la policía solicita a los ciudadanos colaboración para dar con el paradero e identificar a posibles terroristas y el presidente Macron ha ordenado duplicar el número de gendarmes que vigilan las fronteras con los países vecinos, en especial el inseguro límite con España e Italia.
Ese bloqueo fronterizo para poner barrera al terrorismo islámico, alimentado desde algunos países musulmanes y azuzado sin sonrojo por el presidente turco Erdoğan, pone en entredicho la libre circulación de ciudadanos europeos y levanta una segunda muralla, que se añade a la del cierre de fronteras con el propósito de cortar el contagio del coronavirus. «Es necesario revisar en profundidad las reglas de libre circulación del Espacio Schenguen; presentaré mi proposición durante la presidencia francesa de la U.E. el primer semestre del 2022», anunció Emmanuel Macron contemplando la cima fronteriza de Col de Perthus. Según el presidente francés, las fronteras de la U.E. carecen hoy de una policía que garantice la seguridad frente al terrorismo islamista.
Sigue creciendo la ola migratoria desde España hacia los pasos fronterizos de los Pirineos Orientales, según los gendarmes franceses. Durante este año, han sido detenidos en esa confín franco-español, que goza de una leyenda de clandestinidad a veces heroica, más de 11.000 emigrantes sin papeles; 700 de ellos eran fugitivos de centros de acogida españoles, y una treintena formaban parte de grupos islamistas de mayor riesgo, fichados en la llamada 'Lista S'. Según la policía francesa, se ha constatado la colaboración creciente de las mafias que manejan el negocio de la emigración ilegal con redes terroristas. Alarmado por la creciente actividad de ese terrorismo de importación, que a veces encuentra ayuda en las comunidades musulmanas francesas, avisa Emmanuel Macron de la grave amenaza del islam radical, como ponen de manifiesto los atentados últimos en París, Niza y Viena. Después de treinta años de lucha contra esa amenaza creciente, Francia es hoy el epicentro de ese terrorismo y su presidente reclama el liderazgo para combatirlo.
Tras una década de ataques terroristas llevados a cabo en Europa por comandos islamistas financiados por Al Qaeda, su estrategia ha pasado a una nueva etapa, la de inspirar venganza a cualquier musulmán frustrado o violento dispuesto a perpetrar un atentado en solitario. El probable terrorista puede vivir dentro o fuera de la Unión Europea, porque quien ahora prepara y ordena esos atentados y asegura su éxito es el 'Iman Google'. Ya no son esos terroristas los prosélitos jóvenes europeos que acudieron a participar en la guerra de Siria y regresan con la obsesión de perpetrar un atentado en París, sino musulmanes fanáticos y obedientes que las redes de Al Qaeda controlan por internet y traen hasta Europa, camuflados entre los emigrantes clandestinos de los países del Magreb. El mecanismo islamista de ataque está perfectamente establecido: redes de fanáticos que ignoran fronteras.
La gestión anodina de la maltrecha economía europea a causa de la pandemia, la tortuosa negociación del Brexit, las necesarias restricciones de circulación en el Espacio Schenguen y la cuadratura del círculo que exige el ajuste de las relaciones con Estados Unidos, tras la incertidumbre del resultado electoral, ponen de manifiesto una profunda brecha y reclaman un nuevo liderazgo en la U.E. Sea cual fuere el ganador de las elecciones, Estados Unidos se aleja de Europa mientras se difumina el liderazgo alemán de la canciller Merkel y cuenta ella las horas de su despedida. Si los europeos hubieran votado en las elecciones norteamericanas, Joe Biden hubiera aplastado en las urnas al trapacero Donald Trump; pero eso no es razón para anunciar un idilio en las relaciones de la U.E con Estados Unidos, porque las decisiones en política internacional salen del Congreso y el Senado de Washington, hoy divididos, no de la Casa Blanca. La U.E. soportará días tristes a la espera de líderes que apuntalen sus muros y la rediman de sus pesadillas.
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