Según decía el presidente republicano de EE UU Ronald Reagan, una de las frases más temidas es «yo soy del Gobierno y aquí estoy para ayudar». Al otro lado del Atlántico, la entonces primera ministra británica y acólita de Reagan, Margaret Thatcher, fue otra crítica ... mordaz de la intervención gubernamental, o lo que ella calificó con desprecio como el «Estado niñera». Durante una entrevista en 1987, la Dama de Hierro insistió en el papel muy limitado del Gobierno y cuestionó si tenía alguna base ética. «¿Quién es la sociedad?», preguntó. «¡No existe tal cosa! Sólo hay hombres y mujeres individuales y hay familias. La gente debería mirarse a sí misma primero». Como ejemplo de lo que quería decir, Thatcher insistió en que el Gobierno no tiene la responsabilidad de dar refugio a las personas sin hogar. Su mensaje fue que a los más capaces se les debería permitir prosperar en un mercado libre, con impuestos bajos y la menor intervención posible por parte del Estado.
Tanto Reagan como Thatcher predicaron un mensaje de 'laissez faire' o 'dejen hacer, dejen pasar', un credo neoliberal que reflejaba el espíritu de su época. Los dos dominaron el panorama político y la idea de un Estado reducido se convirtió en el enfoque predilecto de diversas formaciones durante las décadas siguientes, en concreto en la derecha del espectro político. Sin embargo, como lo demuestran dos desafíos este mes en Valencia y Bakú, un Estado minimalista no puede resolver los problemas que enfrentamos hoy, si es que alguna vez pudiera hacerlo. La necesidad de un Gobierno fuerte y eficaz nunca ha sido mayor.
Primero, en el corto plazo, sólo las fuerzas del Gobierno podrán reparar las consecuencias catastróficas de la DANA. Los miles de voluntarios y sus ganas de ayudar a otros en dificultades demuestran lo mejor de la humanidad. Pero la devastación requiere la movilización de las fuerzas del Estado –el Ejército, la Policía, los médicos, enfermeras y otros, con todos los recursos que sólo ellos tienen– para reconstruir la región. Y sólo el Gobierno podrá destinar los cientos de millones de euros necesarios para reconstruir las carreteras, los puentes y ayudar a reponer las propiedades destruidas.
El ejemplo de Valencia no es único. Diversos acontecimientos de los últimos años han demostrado que, en momentos de crisis, un Gobierno robusto es esencial para proporcionar el apoyo económico necesario para evitar un daño irreparable a la sociedad. Cuando se produjo la crisis financiera de 2008-2010 fue sólo una intervención masiva del Gobierno la que salvó a los bancos privados y, por tanto, a la economía mundial de lo que habría sido la recesión más grave desde los años treinta. Hace apenas cinco años que el virus de la covid, con una rapidez sorprendente, amenazó el comercio y la libre circulación de personas en todos los continentes. Y sólo fue posible frenar la pandemia y salvar así incontables millones de vidas gracias a una implicación fuerte y decisiva de los Gobiernos de todo el mundo.
En los últimos días, las inundaciones en Valencia han demostrado una vez más la necesidad de una acción gubernamental imprescindible tanto para prevenir como para hacer frente a una crisis. Una cuestión que queda por aclarar, por ejemplo, es por qué la Unidad Valenciana de Emergencias, aprobada el año pasado, fue bloqueada por las fuerzas combinadas del PP y Vox y nunca llegó a funcionar. El deseo de reducir el tamaño del Estado parece haber contribuido a la tragedia.
El segundo papel del Gobierno, a largo plazo, es abordar lo que los expertos creen que es un fenómeno que contribuyó a la devastación en Valencia: el cambio climático. Durante estos días se celebra en Bakú la cumbre de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, la COP29. Es esencial un acuerdo. La necesidad acuciante de controlar el aumento de las temperaturas globales no es un reto para ningún Gobierno en solitario, sino una cuestión de gobernanza global. Sin un acuerdo para la acción concertada de las administraciones de todo el planeta, el bienestar futuro de todos nosotros estará en peligro. Es más que lamentable que el próximo presidente de Estados Unidos haya demostrado poco interés en promover más fuentes de energía sostenibles o la protección del medio ambiente.
No hay nadie que quiera un Estado autoritario que tome control de nuestras vidas personales pero sí esperamos que el Gobierno proporcione un nivel básico de seguridad ante las amenazas que puedan ser internas o externas. Por eso, al contrario de lo que decía Reagan en los momentos difíciles, sí damos la bienvenida a la presencia de un Gobierno sólido y una Administración eficaz que es el sello distintivo de una sociedad civilizada. Probablemente el gran peligro no sea demasiado Gobierno sino que si el Gobierno no logra resolver los problemas de su vida diaria, entonces la gente puede perder la fe en el sistema por el que se ha elegido.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.