Rodrigo Jiménez
El espigón de Recoletos

Valladolid, ¿dónde estás?

Espejismo de la calle Santiago, por ejemplo, vacía y desamparada a las once de la noche y otrora llena de vida, con aquellas cafeterías ideales, heladerías suntuosas, camiserías de postín y luminosos multicolores

David Felipe Arranz

Valladolid

Viernes, 9 de agosto 2024, 07:17

No sería justo decir que algunos vecinos de Valladolid vivimos de nuestro pasado, ya que nos vamos tan allá que algunos nos buscamos el porvenir fuera de nuestra amada ciudad. La imaginación del niño que callejeaba en la urbe encontraba en el ambiente castellanísimo pábulo ... para grandes ensoñaciones y podía hasta pintar lo que veía: una capital verdadera, con su comercio, su industria y sus librerías de gran ciudad de Feria de Muestras. Este espejismo de Valladolid es uno de los fenómenos más prodigiosos de Castilla: su decrecimiento ulterior en una ciudad fantasma verdaderamente aterradora.Así como en los alrededores del Pisuerga existía realmente la calle de la alta burguesía, entre el paseo de Zorrilla y la Huerta del Rey, existe –ya inexistente– ilusoriamente un Valladolid donde el vallisoletano entrevé la pujanza y la alegría que necesita. Espejismo, digo, de la calle Santiago, por ejemplo, vacía y desamparada a las once de la noche y otrora llena de vida, con aquellas cafeterías ideales, heladerías suntuosas, camiserías de postín y luminosos multicolores. Buscamos ahora esa metrópoli moderna con el mismo zumo de optimismo y nos tropezamos con el escaparate cerrado, la pobreza del paisanaje y el imperio obsceno de las franquicias. Si se es un buen político, uno sabrá qué botón hay que tocar, qué normativa hay que cambiar o cómo se levanta el índice poblacional para devolverle a la plaza Mayor el arco iris que hermoseaba todos los días –arco iris permanente– el cielo de Valladolid. Hoy, nos han alejado cada vez más de ese filo de delicadeza tan nuestro, siempre fino, que reía por claustros y balconadas. Hoy, la chusma parasitaria y delincuencial y las multinacionales oportunistas van «okupando» poco a poco y ante la indiferencia de las autoridades aquellos reales y sagrados lugares. Porque a Valladolid, mi Valladolid, no la reconoce ya ni la madre que la parió. Con perdón.

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