Anita Obregón, actriz que dejó el cine muy pronto por lo televisual, ha logrado lo que ni terremotos, burbujas inmobiliarias ni pandemias mortales han conseguido: que a las izquierdas y a las derechas se les llene la boca de ética. Como si de un milagro ... bíblico se tratase, se ha convertido en madre (registral) y abuela (biológica) a la vez, merced a una madre de alquiler en Florida, donde es legal la cosa de gestar un hijo que no es nuestro… o a la postre sí, claro, que uno nace de la madre que lo parió, a fin de cuentas. Las últimas voluntades de su hijo Alessandro eran las de la paternidad, y Anita no se lo ha pensado dos veces, ha cruzado el charco con la simiente filial y allí se lo han maravillado post mortem en plan laboratorio.

Publicidad

La Obregón, que sabe mucho de biología, ha sido motivo de debate hasta entre sus señorías, que esta Semana Santa le están haciendo pasar un viacrucis. Debiera haber un suceso así, biológicamente, cada poco, y todos seríamos más felices. La portada anual que anduvo en boca de todos, la sirena atómica con la que principiaba el verano, nos mira desde el ¡Hola! sujetando a un bebé, verdadera epifanía de este cuento de resurrección de sonrisas apicaradas, ojos rasgados, pestañas largas, cuerpo escultural y empoderamiento femenino, claro está, de quien que se pone hoy como ayer el mundo por montera a sus 68 años tan bien llevados. Ahora quieren prohibirle en España ser madre coraje y yaya sexy, y le cuestionan que esté capacitada para cuidar de la niña. Quizá lo esté, pensamos, mejor que muchas jovenzanas, que se dejan al niño olvidado en la cola del súper o en el coche. La Obregón ha sido siempre creadora de moda y tendencias: veremos acaso cruceros del Imserso para encargarle a la cigüeña yanqui una criatura. Y a ver quién se lo va a afear.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad