Colegio San José de Valladolid. El Norte
El espigón de Recoletos

Luis Cantalapiedra o la pasión por la enseñanza de la música

«La descafeinada docencia actual de la música no tiene nada que ver con el sagrado oficio de este sabio, que expansionaba el conocimiento en aquella, ay, plena libertad»

David Felipe Arranz

Valladolid

Viernes, 23 de febrero 2024, 00:30

Entre los descartes de los recuerdos de la infancia que sobreviven al olvido, han llegado vivísimos a nosotros las lecciones del profesor de música, Luis Cantalapiedra: junto con otros elegidos –benditos y empáticos jesuitas–, destaca como uno de los mejores docentes del Colegio San José. ... Queríamos escribir este aguafuerte de Luis, pero esperábamos que obrase el motivo: se cumple medio siglo del Coro y Orquesta del Colegio, fundado en 1974 y dirigido por él hasta este año, que echa el cierre con un festival el próximo 18 de mayo.

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Le debemos esta melomanía incurable a Luis Cantalapiedra: sus audiciones de clásicos y modernos de la música universal, desde la polifonía medieval al neoclasicismo de Paul Hindemith, se destacaban de entre el resto de asignaturas; sus visionados de filmes en vídeo de Fantasía, 20.000 leguas de viaje submarino o Amadeus para mostrarnos los arreglos de Leopold Stokowski, Paul J. Smith o Neville Marriner, respectivamente, elevaban la docencia a la categoría de arte.

Cantalapiedra es un virtuoso de la música, un maestro en el pleno sentido de la palabra: nos enseñaba a leer y a escribir partituras con paciencia infinita; sintonizando una frecuencia que él usaba grabábamos aquellos fragmentos de obras maestras y después buscábamos la obra completa; nuestra discoteca es un permanente homenaje a su memoria.

Cantalapiedra es uno de los profesores más generosos y entregados que hemos conocido porque lo hacía todo con verdadera abnegación y creatividad. Hemos tenido la suerte de conocerlo y de ser bendecidos por su pasión por la música. ¡Cómo nos íbamos a olvidar de ti, Luis! La descafeinada docencia actual de la música no tiene nada que ver con el sagrado oficio de este sabio, que expansionaba el conocimiento en aquella, ay, plena libertad. Gracias por tanto.

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