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Que nuestra historia política reciente ha ido perdiendo grandeza, no es ningún misterio, así que a este irse vaciando la vieja Castilla de su epopeya y sus gentes, se le añade el descanso inminente del ruidoso inquilinato del Congreso, lo cual es de agradecer. La ... última ocurrencia del Tribunal Constitucional, para que los políticos andaluces procesados por malversación en el caso de los ERE puedan irse a la Costa del Sol con los nietos, es darles amparo y enmendarles la plana a los togados de la Audiencia de Sevilla y el Supremo, dejando a estas señorías con el culo al aire, como quien dice.
Con la proximidad de la aventura estival hasta el PP y el PSOE empiezan a mantener conversaciones para renovar el CGPJ, tras cinco años y medio de bloqueo, que es tanto como matrimoniar el agua con el aceite; pero es que la playa está encima ya. Porque las cosas de trascendencia se resuelven así, como cuando uno compra un helado y lo reduce rápido a lametones, porque se derrite. Estas aparentes victorias sociales y del entendimiento del procomún son solo verbeneras de pueblo, y en los días subsiguientes los iremos viendo vacacionando con los niños y la suegra, paseando por la orilla del mar, libres de aquella suntuosidad de Carrera de San Jerónimo y sus aledaños del tapeo y el lobby.
El político, que chupóptero del erario público, tiene también derecho a sus vacaciones, porque el de la succión es un esfuerzo, oiga. Hasta Drácula tenía que buscar ratos de sosiego por el día, ahíto de tanta sangre ajena, de manera que no se extrañen si este verano, al atardecer, se tropiezan con alguno de estos parásitos paseando desnudos, colgantes, «tripeantes» por la orilla del agua, haciendo vida normal, aunque usted solo quiera ver esa puesta de sol marina que ha visto en una película con Burt Lancatser y Deborah Kerr.
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