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José Luis Ábalos Jaime García
El caso Koldo es el síntoma y los políticos la enfermedad
El espigón de Recoletos

El caso Koldo es el síntoma y los políticos la enfermedad

Los políticos de este país son episodios que se desvanecen con el tiempo, mas no sus desmanes y abusos, que nos afectan al bolsillo: entre lo que roban y lo que laceran, no dejan títere con cabeza

David Felipe Arranz

Valladolid

Viernes, 8 de marzo 2024, 00:33

En España se agradece el remanso de las provincias, ante la nitidez con la que se corrompen nuestros políticos. De manera que hay que buscar refugio bajo pórticos y torres castellanas, mirando el telediario de soslayo, viendo gotear lentamente en el río de las noticias ... los agujeros de nuestra democracia. Ya hemos asumido que el desmadre político es un modo de vivir, que el apetito de comer de los diputados es tan grande como la inmensidad del hambre –26,5% de pobres en España, según el INE– y que lo único dramático y sobresaltante es el bienestar que se acaba, una clase media exterminada y esta permanente sensación de inseguridad. Pero hasta esa preocupación logra disolverla la Liga de Campeones, cuando el peor Real Madrid consigue llegar a cuartos de final. Los políticos de este país son episodios que se desvanecen con el tiempo, mas no sus desmanes y abusos, que nos afectan al bolsillo: entre lo que roban y lo que laceran, no dejan títere con cabeza. El Congreso no tiene traba ni trabilla, pues es uno de los sitios libérrimos del mundo en el que los delincuentes se acogen a 'sagrado' para pasear inmunidades parlamentarias. ¿Qué más se puede pedir? Todas las grandezas de España, que son muchas, seguirán durmiendo como inexistentes mientras se celebre el aquelarre de estos gobernantes y sus prebendas, y el país no será más que un viviente diamantino con su patrimonio y sus honradas gentes, envidia universal, apretados contra el angustiado recinto de la supervivencia. Así se siente hoy el ciudadano, en este puro fanal del hombre al que el sistema que lo parasita con mil impuestos no le ofrece las mínimas garantías de una vida digna. El Hemiciclo es solo un castillete de oropel lleno de gusanos bajo los cielos tornadizos y las nubes de marzo.

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