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Representación de 'La francesa Laura' a cargo de Fundación Siglo de Oro.

La gala de Medina, la flor de Olmedo: memoria de unas Jornadas

Esta realidad de la ficción –o esta verdad de las mentiras, que diría Vargas Llosa– es la verdad de la buena estos días pasados para los cofrades del clásico, convocados por el docto y sapientísimo Germán Vega García-Luengos

David Felipe Arranz

Valladolid

Viernes, 26 de julio 2024, 06:26

Decir Festival de la Villa del Caballero es decir: ya llega a Olmedo don Alonso, el apuesto y 'galador' donjuán, remedio de amores de doña Inés y cuyo hado fatal deja testamento del gran mito castellano: el asesinado a traición por el alevoso don ... Rodrigo. Esta realidad de la ficción –o esta verdad de las mentiras, que diría Vargas Llosa– es la verdad de la buena estos días pasados para los cofrades del clásico, convocados por el docto y sapientísimo Germán Vega García-Luengos.

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Testifica así este sarao que eso de que la cultura hispánica es cosa de unos pocos floripondiados no es cierto. Germán –con la ayuda de Álvaro Cuéllar– es el terror de los filólogos tradicionalistas que le tienen alergia a la inteligencia artificial, porque con su máquina estilométrica, alimentada con cientos de comedias que andan sueltas por la Biblioteca Nacional y otras, están aclarando muchas atribuciones erróneas, y algunos editores e ilustrísimas autoridades tendrán que reeditar y replantear unos cuantos libros para que la cosa avance; cónclaves y congresos saltan por los aires con la ingesta primero y puesta del huevo autorial después del robot que –en esto y en casi todo– tiene, en general, un mínimo margen de error. Y sobre ello hay siempre debate acalorado en las divinas terrazas y bodegas olmedanas del clarete y el ribera.

«Y, sin embargo, amigos: estudiar y representar a nuestros clásicos» se titulan estas XVIII Jornadas de Olmedo, con el triunfo de 'La francesa Laura' en escenificación de Marta Poveda y la Fundación Siglo de Oro, tras el rescate y edición de la máquina y sus «inventores», claro, la gala y flor –o la flor y nata– de las humanidades digitales. Con permiso, claro, de los biznietos de don Ramón Menéndez Pidal, que en paz descanse. Que ya todos somos «prolopes», venga lo que viniere.

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