Eecogida de 'pellets' de plástico en la Playa de A Madorra en Nigrán (Pontevedra). Efe
El espigón de Recoletos

Un enero «de bolitas»

«Esta «minucia» de que hoy nos ocupamos marcará un tiempo verde, activista, trayendo unos días el ribete de la mar océano a la mesa»

David Felipe Arranz

Valladolid

Viernes, 12 de enero 2024, 00:26

Enero ha abierto sus gelideces con una noticia de desastre ecológico: un carguero liberiano de nombre Toconao, perteneciente a una flota de las Bermudas con sede fiscal en Chipre –fíjense en el lío– vertió el 8 de diciembre seis contenedores al océano, bañando de miles de millones de bolitas blancas ... –más de 26.000 kilos de bolsitas– las costas del Atlántico y el Cantábrico, nevada de plástico que no se biodegrada, porque la rastrillan un día y al siguiente vuelve con la marea. «¡Pío, pío, que yo no he sido!», dice el capital del barco. ¡Albo chapapote! ¡Ecologistas geyperman en acción!

Publicidad

Ni el Ejecutivo, ni la Xunta, ni las direcciones generales se avisaron en tiempo y forma tras la llamada de alerta de oh capitán mi capitán, y en la pescadería el rape ya abre una bocaza de blanco sarampión, el percebe vomita granitos artificiales y la merluza se ha tragado unos cuantos copitos de rellenar las cajas. La fábula de todo esto es esta inflación de generalísimos directores, funcionarios disfuncionales, guardacostas durmientes, vigilantes que no vigilan y tal; y entre los recuerdos sintomáticos del pasado surge el del Prestige y el petróleo, que son cosas que pueden volver porque sin fáciles de perder en alta mar: ya le pasó al náufrago de García Márquez, que cayó al agua con un golpe de mar junto a las lavadoras y frigoríficos de contrabando que viajaban de matute de Colombia a Estados Unidos.

Esta «minucia» de que hoy nos ocupamos marcará un tiempo verde, activista, trayendo unos días el ribete de la mar océano a la mesa. Pero el españolito, que pasa de todo y no le pide cuentas a nadie, cuando esté en la mesa y se encuentre una bolita de plástico en la lengua, la escupirá y a otra cosa, mariposa. Que un cataclismo gastronómico se vuelve siempre microtragedia cuando nos la encontramos en el plato, Maricarmen.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad