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El Urbanismo afronta una crisis global como consecuencia de la limitación de recursos y el cambio climático; en el caso español, además por los desajustes de su modelo normativo, devorado por una burocracia de complejidad creciente. Tras una brillante etapa de mejora de nuestras ciudades, ... en el marco de la llegada de los ayuntamientos democráticos, hacia el año 2000 el urbanismo español perdió perspectiva y ha sido atrapado por una maraña de regulación jurídica, con interminables informes sectoriales y el ascendente del mercado inmobiliario; la tramitación de cualquier planeamiento parcial tiene una duración media de cuatro años, que en el caso de Planes Generales se duplica y suelen nacer desfasados. La desregulación de 1997, lejos de arreglarlo, convirtió el mercado del suelo en objeto prioritario de la inversión, detrayéndola de otras actividades productivas, y convirtió un bien básico, la vivienda, en un producto financiero, deseado por fondos de inversión. La consecuencia, conocida, fue una gravísima 'burbuja', que no habíamos superado cuando llegó la covid-19. Como resultado las ciudades se 'alejaron' de sus ciudadanos, que perdieron calidad de vida, como testimoniaba el drama de los desahucios. Los posteriores ajustes del mercado inmobiliario no devolvieron protagonismo a los ciudadanos, pues permaneció en estado latente, como evidencia el mercado de alquileres. En estas condiciones el urbanismo regulador, básicamente, se convierte en el garante inmobiliario, ajeno a mejorar un modelo urbano con mayor calidad de vida, más eficiente y sostenible.
La búsqueda de vías alternativas al planeamiento convencional, para recuperar la iniciativa y dar respuesta urgente a los graves problemas que nos afectan, empezó a considerarse hace unos 20 años. El problema básico era que se había desdibujado la visión estratégica de la ciudad en el planeamiento, pasando a segundo plano su idea de un proyecto común de sus ciudadanos. Además había cambiado el modelo desarrollista de los años 60, subyacente en el texto matriz de 1976, así como la sociedad que implícitamente representaba. La irrupción progresiva de conceptos como ecología, sostenibilidad, huella ecológica, descarbonización… suponen importantes referentes para un urbanismo más verde y comprometido con el medio ambiente, de modo que la ciudad reconsidera su relación con su territorio y el paisaje que configura. Así se añaden nuevas formas a nuestro pensamiento urbanístico que aportan más complejidad y debería compensarse con más agilidad administrativa e interpretaciones más flexibles. La mayor actualización urbanística fue la incorporación de la Ley de Rehabilitación, Regeneración y Renovación Urbanas (2013), de gran importancia para estabilizar el desarrollo de las ciudades, la promoción de Planes de Vivienda, incluso para acceder a los Fondos Next Generation, que priorizan la rehabilitación energética.
La red europea de ciudades facilita calidad de vida para sus habitantes, pero el urbanismo no debe entenderse como una disciplina estática, inductora de un estéril narcisismo en un mundo cambiante. El urbanismo no debe temer las crisis, pues su desarrollo temporal supone superarlas, aportando visión estratégica de futuro y aglutinando a los ciudadanos en ese proyecto común que es su ciudad: Para Alfonso Vegara hay dos tipos de ciudades: «las que tienen un Proyecto y las que no lo tienen». Tiene razón, pues su propuesta aporta visión estratégica, ideas y debate, como foro de amplia participación, desvinculado de la rigidez del planeamiento oficial y de la presión del mercado. En una fase posterior, el Proyecto de Ciudad podría ser referente para un nuevo Plan General, similar a un Avance de gran contenido. Algo parecido sucede con la figura del Master Plan, una herramienta de diseño urbano 'importada' del urbanismo sajón de los 60, que ayuda a ordenar, transformar y mejorar territorios urbanos o proyectos de gran tamaño y complejidad, que equivale a nuestros Planes Especiales o Parciales con 'toque' internacional, pero cuya ejecución debe asumir la Ley española.
La urgencia en dar respuesta a los nuevos desafíos urbanos y ambientales, dentro de las políticas de la UE, ha creado un discurso paralelo, promovido por el Gobierno y asentado sobre la Agenda Urbana Española, vinculada a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. El objetivo es avanzar hacia un desarrollo urbano estratégico, sostenible e integrado en España y ser referencia para otras agendas locales. El Segundo Foro Urbano de España acaba de celebrarse en Granada y trató la implementación de Planes de Acción de la Agenda, en del Marco Financiero Plurianual (2020- 2026) de la UE. Una nueva vía pero, de momento, seguimos dando nombre a las herramientas y está por definir su incidencia en el planeamiento convencional.
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