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Sánchez habló del ibuprofeno en Cataluña casi cuando empezó el debate sobre si era bueno darles Dalsy a los niños. Estos debates sobre niños y medicamentos no se ponen interesantes hasta que alguien extiende la alarma de que si se lo das a tu hijo, ... le crece pelo y termina por parecerse a un cachorro de beagle. ¡Ojalá algún medicamento me hiciera crecer pelo a mí!
Digo que a Sánchez le lloraba el niño de Cataluña y le dio Dalsy. Lo del ibuprofeno consistía en estrenar la película de que todo lo que Sánchez hiciera en Cataluña, lo hacía para convencer a los independentistas de Esquerra de que abandonaran el unilateralismo. De alguna manera, contenía el núcleo del argumentario independentista de que se portan así porque España los ha enfadado y plantea que si España deja de portarse mal ellos dejan de enfadarse y el problema se termina. La visión del asunto catalán cuadra perfectamente en el continuo identitario de la nueva izquierda de Laclau -feminismo radical, animalismo, catastrofismo climático, desglobalización, indigenismo-, que incluye en todos los casos la idea de que Occidente, en este caso una clásica democracia liberal occidental que defiende el Estado de derecho y la unidad de sus territorios más o menos como lo defienden todas, lo hace mal.
En definitiva, España tenía la culpa, pero en adelante lo haría mucho mejor, y así se aparecía la España ibuprofena y antiinflamatoria a sanar el golpe. España tenía que admitir que el golpe lo había dado ella, claro; un porrazo en la puerta de un colegio, por ejemplo. En este impulso nace la cosa de la desjudicialización, que implica que si hay que desjudicializar, es que se ha judicializado demasiado, o peor, es que se ha judicializado mal. También aparecieron otros conceptos hermanos como la visión del «conflicto catalán» que incluye dos bandos en lucha y no uno que agrede a otro, que es lo que hubo, la aceptación de la mesa de gobiernos que hasta el momento había sido tan inadmisible, la reforma del delito de sedición con el concurso del partido de los tipos que no solo habían cometido el delito, si no que juraban volver a cometerlo, y el estado opinativo de que la culpa de lo de Cataluña la habíamos tenido todos: usted, yo, su prima, todos. Y que todos habíamos hecho las cosas mal.
El ibuprofeno era quitar al ministro de Sanidad, Salvador de salvadores, en plena pandemia, enviarlo a Cataluña y sustituirlo por un ministro de Administración Territorial del PSC que bailara en Moncloa la conga de la nación de naciones. Había que mostrar a los independentistas que otro mundo era posible en hermandad progresista con el PSOE, una confluencia tan, tan, tan desjudicializada que tuvieron que prometer los indultos y buscar el apoyo a los presupuestos en el banquillo del Tribunal Supremo en aquellos días en los que los políticos presos se sentaban frente a Marchena como en una montaña rusa.
Tanto se convencieron de abandonar el unilateralismo que esta semana Esquerra ha pactado con la CUP un acuerdo para la investidura de un president independentista y el compromiso de otro referedum ilegal de independencia, aunque los presupuestos ya están a probados. El Dalsy contiene ibuprofeno en concentraciones adecuadas para un niño de manera que si te caes en el skatepark con 43 palos y lo único que hay en casa es Dalsy, te tienes que tomar tres botes.
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