![El culillo](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202101/23/media/cortadas/GF4WK3C1-kn8B-U130301257869wZC-1248x770@El%20Norte.jpg)
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Llueve. Y va a seguir lloviendo, dicen las previsiones. Y ahora, ¿qué más nos puede pasar?, se preguntaba un vecino de ese edificio de Madrid que el gas ha hecho saltar por los aires. Pues que detrás de la tormenta no venga la calma. Que ... al hielo le sucedan lluvia y viento a raudales. Que los árboles se caigan, a veces donde no deben. Y que el empleado de la ORA, después de denunciarte por cinco minutos de espera en un cajero que no funciona, te diga (textual): yo no puedo hacer nada, pero estoy de acuerdo con usted, es lo que nos faltaba para el duro. Un asco.
Y con todo y con eso, seguimos contentos. Contentos y hasta dispuestos a convertir al ministro de Sanidad en presidente de la Generalidad de Cataluña, que no se sabe si es ascender o descender. Y a hacerlo sin solución de continuidad. Tan dispuestos que ya hay plan de tripartito: socialistas, comunes y Esquerra. Si suman, trabajarán todos 'en comú' por la república y por la federación cantonal ibérica, a cambio de mantener una cierta unidad de España de cara a Europa. Al menos de momento. Y nosotros tendremos que pensar que todo esto de escuchar en catalán las declaraciones del ministro sobre la pandemia en España es por nuestro bien.
Si el TSJ de Cataluña no lo remedia, que aún puede hacerlo hasta seis días antes de las elecciones, en aquella comunidad se va a votar coincidiendo con las altas cimas de la pandemia. Será fácil que no se sepa bien lo que sucede en las urnas, porque de lo que estarán pendientes para entonces decenas de miles de catalanes será de las ucis. Por no hablar del show de las vacunas, que tiene ya tintes de convertirse en una tercera entrega de la escopeta nacional. Nadie lo ha explicado mejor que el consejero de Andalucía. No es cosa del desabastecimiento, de la imprevisión, de la impericia, del tamaño de la aguja ni de la capacidad de la jeringa. Es cosa de los culillos. De los buchitos, quizás habría sido más correcto decir. O sea, de conseguir hacer seis de las cinco dosis reglamentarias, para poder vacunar a los cargos públicos y militares de graduación. Por si acaso la cepa inglesa no fuera residual, como dijo en su día Simón. Sino predominante, como dice el profeta ahora que el Reino Unido parece dispuesto a cerrar a cal y canto sus fronteras. Y a dejar una vez más al continente aislado. Abandonado a su suerte.
Nubosidad variable en Washington, donde la calma se hace esperar, después de tanta tempestad. Y lluvia persistente en Waterloo, sobre el palacete presidencial de Puigdemont, que podría entregarse por fin a la justicia española si su partido se quedara desvinculado del poder. Si se le terminaran los subsidios para su exilio de pacotilla. Y aquí, qué podríamos decir. Que no para ni va a parar de llover. Sobre todo en las horas del ocaso, coincidiendo con el toque de queda a beneficio de la autoridad regional. Cuando apenas hay ya otra opción que la de volver a sacar al perro. O la de comprar medicinas y bienes de primera necesidad. Los culillos del día, que se dice. «Desnuda está la tierra, / y el alma aúlla al horizonte pálido / como loba famélica. ¿Qué buscas, / poeta, en el ocaso?», que escribió don Antonio. Pues eso, que escampe.
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