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En esta época proclive a condensar en tuits o en titulares nuestra realidad, las denominadas 'palabras del año' son un certero indicador de aquellos términos que nos atañen de cerca y resultan relevantes en el ámbito político o de la sociedad en general. En España, ... la FundéuRAE seleccionó en los últimos años las palabras: 'escrache' (2013), 'selfi' (2014), 'refugiado' (2015), 'populismo' (2016), 'aporofobia' (2017), 'microplástico' (2018), 'emoji' (2019) y 'confinamiento' en 2020. Sin embargo –y aunque no lo parezca tras esta larga introducción– yo no pretendo cuestionar ahora la lista española de las 'palabras del año' sino subrayar que algunas de ellas, en mi opinión, nacieron con un carácter casi intemporal mientras otras, por el contrario, resultan perecederas, vinculadas únicamente al periodo específico en que surgieron. Por ejemplo, la palabra 'posverdad', elegida por el Diccionario de Oxford el año 2016, me parece que es una pila alcalina con carga duradera, igual que lo serán, me temo, 'populismo' y 'refugiado'.
La periodista e historiadora Anne Applebaum (Premio Pulitzer en 2004 por su investigación sobre el origen y creación de los gulags soviéticos) y autora de un famoso libro, 'Twilight of Democracy' ('El ocaso de la democracia'), asegura en una entrevista en 'El País' que en Polonia, por ejemplo, los planteamientos educativos a partir de los años noventa favorecieron una enseñanza de la historia que potencia el victimismo, de modo que se obvian «los aspectos positivos del cambio o simplemente qué es o debe ser una democracia». Se me ocurre que 'victimismo' quizás sea otra de esas palabras intemporales, siempre vigentes para el nacionalismo voraz y el populismo de amplio espectro, de Abascal a Echenique, de Iglesias a Ortega Smith.
La experiencia prueba que el populismo es un camino sin retorno. Una vía que transitan formaciones tanto de extrema derecha como de extrema izquierda recurriendo al combustible del odio, la radicalidad y la polarización. Sin embargo, cuando se baja al terreno de lo cotidiano y se obvian tales planteamientos, la experiencia prueba también que la ciudadanía se implica y resuelve los retos de veras acuciantes. Lo hace, además, abriendo vías que conducen al futuro, no a la extinción de la democracia.
Anne Applebaum sostiene asimismo que «la democracia es circular. Durante un tiempo después de 1945», dice, «pensábamos que el progreso, el crecimiento y el aumento de las libertades eran imparables, pero no. La verdad es que se dan retrocesos. Las ideas van y vienen: desde los planteamientos anticientíficos hasta lo más retrógrado».
La democracia necesita cuidados, incluido el respeto a sus instituciones. Anomalías como el 'brexit', el 'procés' o el asalto al Capitolio de los Estados Unidos son avisos que nos alertan contra las patrañas verbales y propagandísticas. Que nos recuerdan lo necesario que resulta escapar del trilerismo político, rechazando cualquier radicalidad que no sea la del respeto a los hechos contrastados y a las verdades verificables. ¿El resto? Sectarismo, egolatría y pura filfa.
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