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Fábrica de Bimbo en el polígono de San Cristóbal. Alberto Mingueza
Al pie de un café

Cuidado, la cartera

«Nunca me identifiqué con aquel niño del pegadizo anuncio de mi infancia que, cuando salía de casa camino al colegio, tan pronto olvidaba los donuts como la cartera»

Joaquín Robledo

Valladolid

Martes, 24 de septiembre 2024, 06:59

Tal vez porque mi espíritu despistado nunca lo fue tanto como para desmemoriar mi condición de tragaldabas hasta el punto de olvidar, siquiera un día, el aprovisionarme del pertinente almuerzo antes de salir camino a la escuela; tal vez porque mi esencia despistada topaba con ... los designios de una madre presta a escanearme con su mirada, dispuesta a constatar que nada faltaba de todos, y solo todos, los pertrechos necesarios; nunca me identifiqué con aquel niño del pegadizo anuncio de mi infancia que, cuando salía de casa camino al colegio, tan pronto olvidaba los donuts como la cartera.

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Valladolid, también desmemoriada en ocasiones, dócil otras tantas, sufre la amenaza de convertirse ella misma en un dónut. Ahora, entre abatida y desconcertada, escucha el afán anunciado por el Grupo Bimbo de cerrar su planta vallisoletana: la intención de que la misma maquinaria que hizo célebre el agujero de su bollo de referencia taladre el ánimo, destroce las perspectivas, pisotee los proyectos vitales, enardezca el lagrimal de las 166 (+40) personas que han ofrecido lo que disponen, su fuerza de trabajo; la amenaza de que la misma broca horade aún más el tejido industrial de la ciudad, la provincia, la comunidad.

La cartera nunca se olvida. La cartera, cartera; no las carteritas de cada cual: la cartera de los dueños de cartera. Estos, por más que se hagan los distraídos, nunca lo están, viven al acecho. El anuncio podría ser la consecuencia de una producción decadente, de unas ventas que no se producen, de un ciclo que concluye,… Pero no: la planta, leo, produce beneficios; pocos siempre para el que los acumula. Es el sistema, ya lo apuntó Rodrigo Rato, 'eso es el mercado, amigos'.

Salta la voz de alarma, las advertencias –retóricas unas, trémulas las de los afectados– de poner pie en pared. Ojalá haya fuerza para doblegar el ansia. Bien pensado, el anuncio puede que solo pretenda apretar, doblegar de antemano, precarizar. Y vender como generosidad una nueva vuelta a la rosca. Tragaríamos, qué remedio.

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