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El Ejecutivo ha puesto el grito en el cielo: la dirección del Mobile World Congress ha dicho que «ha resultado imposible realizar este evento por razones de fuerza mayor. Las prioridades han sido salud y seguridad». Ahora buscan al 'pagafantas' que cargue con el mochuelo ... del coste de la cancelación, que ronda los 500 millones de euros. En Bruselas, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, ha dicho que no hay ninguna razón de salud pública que impida la celebración de eventos de este tipo.
Porque mientras el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades recomendaba que no se siguiera adelante con estos festejos multitudinarios, la OMS, que ha decretado la emergencia internacional, no ha recomendado restricción alguna al movimiento del personal oriental fuera de China. O sea, que viene a ser como es habitual: señoras y señores, les presentamos las instituciones mundiales o el caos.
Porque esto no es suspender un cumpleaños o una despedida de soltero. En esta feria se estudia científicamente y marketinianamente el último grito en telefonía. El Congreso Mundial de Móviles se celebra desde 1987 y es el más célebre en el mundo de los teléfonos móviles. Lope no tenía smart pone pero inventó el wifi celestial, porque «más de ciento, en horas veinticuatro, pasaron de las musas al teatro», y Cervantes inventó las ventanas simultáneas y los chats múltiples, porque era capaz de escribir obras maestras, recaudar las alcabalas y hacerse un viaje y blandir su espada contra el turco, sin haberse digitalizado.
Siendo necesario el móvil, creo que nos 'empequeñece' en algunos aspectos, merma nuestra capacidad de atención y entontece al respetable, que cada día es menos inteligente, según el conocido como efecto Flynn: el cociente intelectual de los seres humanos desciende vertiginosamente en los últimos años. De hecho, los científicos del Centro de Investigación Económica Ragnar Frisch en Oslo aseguran que este cretinismo progresivo se debe al incremento del tiempo que la gente emplea en dispositivos tecnológicos en lugar de leer libros.
Total, que ahora le echan la culpa de todos los males del planeta al coronavirus, pero la verdad es que nos estamos autoerotizando con el móvil y sus zarandajas de las redes, las tarascas modernas de este siglo del analfabetismo emocional. El móvil es el autodidactismo tecnológico en la palma de la mano, la hipnosis del 'self-made-man', que es un Juan Palomo y un yo me lo guiso y yo me lo como con circuitos.
En cualquier caso, dentro de un orden y de la prevención de riesgos, es normal que nadie quiera ver a un ejecutivo infectado a lo Freddy Krueger diciéndole a las azafatas aquello de «¡¡Bienvenidas a mi pesadilla!!». Bastante tiene Barcelona con Torra y la alcaldesa de Vic, que ya distingue a los «catalanes autóctonos» con un simple golpe de vista. Antes, las Doroteas, Rosauras y Julietas eran las 'starlettes' del siglo XVII; ahora ya se han hecho 'influencers' y van a la Fira de Barcelona a comprarse un teléfono con orejas de conejita de Plaboy. Los tiempos cambian.
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