En la cuerda floja
Fuera de campo ·
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Fuera de campo ·
Los separatistas han demostrado estos años, y también ahora, que están dispuestos a mantener el pulso contra el EstadoLa sentencia del Tribunal Supremo sobre el golpe catalán nos ha devuelto a un Pedro Sánchez amigo del equilibrismo, del 'sí, pero no tanto', del 'no, pero quizás', de la firmeza compatible con el indulto, del cumplimiento íntegro de las penas que tampoco tiene ... por qué ser tan íntegro. El lema de la precampaña, 'Ahora, España', se ve zarandeado por las necesidades de la coyuntura. Hoy habla el Sánchez dispuesto a defender la ley de España con firmeza en Cataluña, y mañana, el que sigue tendiendo la mano amiga al monstruo que solo piensa en devorarla.
Sería un el error pensar en el síndrome 'Jekyll y Hyde'. No hay doble personalidad en el presidente del Gobierno. Lo que hay son vaivenes del carácter y de la gestualidad política, desvanecimientos provocados por los vientos de la coyuntura, aguafuertes que se diluyen cuando llueve fuerte en Cataluña. Sánchez compone una figura presidencial que siempre deja abierta una puerta a la ambigüedad, poniéndole hoy una vela a la ley, y a la defensa de la unidad de España, y mañana otra al diálogo (confiando en la entrada en razón de ERC) y a su propia supervivencia. Su baile por el fino alambre de la indeterminación es arriesgado, pero no hay por qué dar por hecha la caída.
El enfrentamiento presupuestario con los separatistas catalanes permitió al líder socialista escenificar una ruptura (provisional) con la que se desembarazó de la acusación de ser el mayordomo de los secesionistas. En estos últimos meses Sánchez se había ido sintiéndose crecientemente cómodo en el papel de paladín de la unidad nacional, pero la convocatoria de nuevas elecciones y la fiebre pirómana desatada en Cataluña le obligan a modular. El reto es parecer lo suficientemente firme en el conjunto del país y, al tiempo, poder seguir vendiendo allí que no van a encontrar presidente más comprensivo de sus problemas y demandas.
Es verdad que la credibilidad de Sánchez en esta materia cotiza a la baja, fuera del círculo pretoriano de sus más incondicionales, pero el presidente conoce bien el terreno que pisa. Y sabe que uno de los rasgos que caracterizan hoy a nuestro país (o, al menos, a una parte relevante de él) es la falta de coraje para defender una realidad nacional que llevamos décadas (o incluso siglos) sometiendo a cuestión, incluso a desguace. Otro, la predisposición a aceptar casi cualquier cosa para evitar líos. Los separatistas lo saben y están decididos a apelar a ese lado timorato de la sociedad española con sus algaradas callejeras. Sánchez también y, por ello, cree que una parte de la ciudadanía puede estar tentada a aceptar el 'sí pero no, no pero sí' si se le ofrece con el envoltorio adecuado.
Los separatistas han demostrado estos años, y también ahora, que están dispuestos a mantener el pulso contra el Estado. Dudan de la fortaleza de la sociedad española y son conscientes de que la Justicia va agotando su capacidad de ejercer de escudo protector. El presidente juega en la cuerda floja, pero la nación también. Y no se vislumbra red.
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