Cuéntame un cuento electoral

Un año ha pasado de aquella gran noche y podría ser algo bueno para nosotros, los sufridos ciudadanos, si no fuera porque la fiesta continúa en un eterno cortejo o, digámoslo, en una lucha de machos cabríos sin fin por el objeto de deseo, que viene a ser nuestro voto. Gustar gusta, si te lo crees, pero personalmente desconfío de tanto halago, que todos sabemos lo que pasa luego con las promesas. La cosa es que seguimos de campaña y ni 4 años de descanso nos van a dar.

Después de 365 días el cuento ha cambiado, pero poco. El compuesto y sin novia tiene una relación que, si bien no es abierta porque ellos son más clásicos, viene a ser un «tú haz tu vida, que yo hago la mía, pero los domingos comemos con mis padres». El que dijo que no saldría más… bueno, todos lo hemos dicho alguna vez ¿no? Los solitarios siguen solitarios, que no solos, porque para algo está el orgullo 'single' y nada como el apoyo de alguien con quien compartimos penurias. Y el exitoso… sigue de fiesta en 'afters' de adolescentes sin asumir que ya ha cumplido la mayoría de edad y que de él se esperan otras cosas.