Las noticias más leídas del viernes 7 de febrero en El Norte de Castilla

No tengo tantos años como la muralla, ni me conservo tan bien, pero aquí ando, deshojando la margarita hasta que caigan a tenazón los cuarenta. Cuarenta años no sé si es motivo de celebración o de qué, cuando los que fueron los más tuyos van ... ya preparando las comuniones, y los días húmedos te duele desde el alma a la rabadilla. El dolor de tiempo, sí, es quizá lo que más nos atenaza, ahora y en la hora de la tarta. De la tarta que no habrá porque ya he madurado y mi musa me ha borrado de su avisador de cumpleaños, lo que es una forma de morir como cualquier otra

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He decidido bajar a mi sur, a casa de mi madre, a leer en este verano –que ya allí se atisba– las ediciones de Destino de Miguel Delibes, que murió el día que yo nací pero en diferentes años. Me he propuesto ese regalo del beso marino y del beso materno. Juntos. Y una noche suave con vino de la tierra en la terraza de mi amigo Teorías, divagando de lo humano y lo divino. Son los pequeños placeres que da el terruño, de donde uno se exilió hace ya tantos años que ni se acuerda del motivo. Quizá una novia controladora, la repetición de los días, el cansino viento de ahí abajo, que invita a nada y a la nada. A la nada así, sin aditivos.

Tras tanta crispación, y yo que soy periodista y la somatizo, celebraré mis casi cuarenta años (no diría de progreso y bienestar) haciendo lo mejor que sé: nada. 'Dolce far niente' y siestas sin química ni inductores, en esas donde no hay dolor y sí el ruido del agua de mi madre lavando los platos, o de una sirena de barco que suena, en la lejanía, pidiendo entrar en el puerto.

Me regalo el paraíso.

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