El reciente fallecimiento de Félix Cuadrado Lomas ha dado pie a recordar estos días su desplante a la Junta, cuando rechazó en 2017 el Premio Castilla y León de las Artes, que le fue concedido en una edición sin dotación económica. Dada la apariencia ... malhumorada de su carácter, castellanamente recio, algunos lo interpretaron como un gesto descortés, y otros lo criticaron por 'pesetero'. Pero había buenas razones detrás de aquel 'no' que quizás ayuden a trazar mejor el perfil de su figura.

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Con más de 85 años entonces, el pintor no necesitaba de reconocimientos. Era una figura más que consagrada que luchaba con los achaques de la edad. Dedicar tiempo y energías a algo de lo que no iba a sacar nada en limpio no encajaba con su idea de homenaje y no decía mucho de la consideración institucional hacia la cultura, a la que tantas veces se reclama desinterés. Por entonces, Cuadrado Lomas dedicaba sus desvelos a batallar con la luz, así como a pegar la hebra con amigos y conocidos. A diferencia de tantos 'pequeños nicolases', él estaba dedicado a lo suyo y a los suyos, en paz, y no se moría por alternar en ninguna fiesta, ni siquiera en su honor. Por otra parte, en su lógica clara y transparente, un premio sin dotación económica era como un porrón sin vino. Un querer y no poder. Y admitamos también que pudo jorobarle ser él precisamente uno de los tocados por una mala fortuna de la que se habían librado la mayoría de los que le precedieron y de los que vinieron después.

Pero aún hay otra razón. El escritor gaditano Enrique García-Máiquez, hombre multitarea que tanto ejerce como poeta, crítico, articulista o lo que se tercie, compatibiliza su generosidad personal con una regla inflexible: se niega a trabajar gratis. Es tolerante con el importe de la remuneración, pero no con su inexistencia. Y esgrime una buena razón: el tiempo es limitado y los afanes muchos, y el que se gasta en una cosa se pierde para otras, incluidas actividades tan cotidianas como estar con la familia, o chatear con los amigos.

Tengo para mí que Cuadrado Lomas compartía esa visión esencial y densa de la existencia. Y prefería gastar el tiempo con personas que le importaran antes que con desconocidos, por importantes que fueran. Seguramente esta actitud, que en su momento fue incomprendida, se entiende algo mejor ahora, tras el proceso de descompresión social al que nos ha obligado la pandemia, y que ha desvelado a muchos dónde está lo verdaderamente importante. Volverán las fiestas y las citas sociales, porque necesitamos reunirnos y estar juntos, pero hemos aprendido a desconfiar del exceso de faranduleo vacío.

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