![La crisis del PP](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202111/09/media/cortadas/papell-ksAC-U1501085152975hYF-1248x770@El%20Norte.jpg)
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En política, hay muy diversas fórmulas de liderazgo, no definidas mediante rasgos rígidos -en realidad, un ser humano posee siempre complejas aristas contradictorias- sino perceptibles por acumulación de detalles de la personalidad. Y se compartan o no las tesis ultraliberales de Isabel Díaz Ayuso, hay ... que reconocer que esta mujer que arrolló en las últimas elecciones autonómicas madrileñas posee una personalidad indiscutible, una capacidad de seducción contrastable y una fórmula muy eficaz para arrastrar voluntades. No sé hasta qué punto su estrategia de comunicación y atracción ha sido inspirada por Miguel Ángel Rodríguez, el experto que acompañó a Aznar en la toma del poder y ahora es el director de gabinete de Ayuso, pero aunque fuera cierto el potente influjo que algunos le atribuyen, la labor del asesor es inútil si no encuentra materia útil que modelar.
En las referidas elecciones, Ayuso duplicó el porcentaje de votos dirigidos al PP con respecto a las de 2019, pasando del 22,23% al 44,76%, con cerca de 912.000 votos más, con un saldo de 65 escaños (la mayoría absoluta está en los 69 escaños). Lo resonante de esta victoria ha conferido a Ayuso un capital político que trasciende de la comunidad madrileña y que tiene rango estatal.
No es, pues, en absoluto extraño que Ayuso haya venido a decir tras digerir estos resultados, que aspira a todo en política, por más que como es lógico se deba en primer lugar a sus electores. Dicen las lenguas viperinas de Génova que ha sido Miguel Ángel Rodríguez quien ha despertado esta ambición (se afirma que el número dos del PP, Teodoro García Egea, ha tenido un rifirrafe verbal muy duro con Rodríguez), pero el principal acicate de la presidenta madrileña debe haber sido la endeblez del candidato popular a la presidencia del Gobierno, un bisoño personaje vacilante con débil formación y nula experiencia que no realiza una oposición constructiva de partido de Estado, que no atina a enfrentarse realmente a Vox, que no parece capaz de librarse del cáncer de la extrema derecha y que no ofrece garantías a los grupos de presión conservadores que velan legítimamente por sus intereses y que siempre han estado detrás del Partido Popular.
Así las cosas, es manifiesto que el tándem Ayuso-Rodríguez ha optado por dar la batalla exigiendo la convocatoria de un congreso para que Ayuso obtenga la presidencia del PP madrileño, actualmente en manos de una gestora. A fin de cuentas, la petición tiene precedentes: Esperanza Aguirre presidió el partido y la comunidad al mismo tiempo, y compitió con Rajoy, sin éxito, por al liderazgo nacional. A Aguirre le perdió lo que puede perder también a Ayuso: unas posiciones ultraliberales que favorecen sin duda a las elites económicas de la CAM -al mundo empresarial, a la clase media alta- pero que no reducen la brecha de desigualdad ni mejoran los servicios públicos ni están pensados para integrar eficazmente a las minorías. Es indudable que en los resultados de 2021 ha tenido gran trascendencia la gestión de la pandemia, compartida por el gobierno del Estado y de la Comunidad, en que Ayuso ha desempeñado un populismo condescendiente con los ciudadanos en tanto se ha reservado al Estado la imposición de confinamientos, cautelas y límites para la prevención de la covid-19.
Es de suponer que la pandemia ya no tendrá efectos determinantes sobre la política en el futuro, por lo que las víctimas socioeconómicas de ese liberalismo -el de las listas de espera interminables en Sanidad, el de la escuela pública precaria, el de las escasas inversiones en el transporte público- supondrán un grave inconveniente a los candidatos de estas posiciones extremas. Pero lo conseguido por Ayuso le da títulos para intentar auparse al liderazgo nacional, ya que ella ha demostrado más habilidades que su jefe de filas.
Por supuesto, esta pelea es nociva para el PP, pero no debería exagerarse: el voto en las siguientes elecciones generales está todavía muy lejano, y quien gane en esta brega tiene tiempo de montar sus estrategias. De momento, Casado, que tiene el poder, está en mejor situación que Ayuso en esta disputa, pero en última instancia son los votos -de los conmilitones y del electorado- los que se imponen. Aquí estamos a punto de comprobarlo.
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