'Criptopánico' y adiós ahorros
Dados rodando ·
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«'Poner tu dinero en aquello que realmente entiendes', es premisa básica para dormir sin demasiados sobresaltos»Ocurría en los encuentros de amigos hace algunos años. Se hablaba de hipotecas y siempre había alguien, supuestamente más listo que el resto, que preguntaba a los demás si no habían suscrito sus préstamos en monedas extranjeras. Él, afirmaba, pagaba sus cuotas, por ejemplo, en ... yenes japoneses, lo cual le otorgaba una extraordinaria ventaja. El resto quedaban como unos ignorantes irredentos que no se beneficiaban de esa bicoca reservada sólo para unos pocos enterados. Luego, con el tiempo, las cosas cambiaron y algunos de aquellos iluminados lo pasaron realmente mal para reconducir sus gastos hipotecarios demostrando que, a veces, los atajos no son la mejor solución.
Otros elegidos para la gloria, contaban que invertían en empresas de sellos que daban mucho interés con respecto a los productos convencionales que todo el mundo tenía suscritos. No hace falta recordar qué pasó con algunos de aquellos chiringuitos que volatilizaron los ahorros de tanta gente. Lo supuestamente ventajoso supuso una ruina, demostrando aquello de que «nadie da duros a cuatro pesetas». Pero los contumaces continúan buscando chollos. Ahora, le ha llegado el turno a las criptomonedas.
Nadie sabe muy bien cómo funcionan ni qué respaldo tienen en forma de activos subyacentes, lo cual no es obstáculo para que los enterados de turno hayan invertido en ellas con la idea de que, en poco tiempo, sustituirían al dinero físico tradicional y romperían el monopolio de los bancos centrales. La realidad se ha hecho presente con toda su crudeza y ha provocado que una de estas criptomonedas, la llamada 'luna', se dejase el 99 por 100 de su valor en sólo tres días, acabando con los activos de sus inversores en una hemorragia de consecuencias dramáticas para mucha gente.
No se trata de un caso aislado porque el bitcoin ha visto derrumbarse su cotización un 60% en seis meses, demostrando que incumplir la primera máxima de la inversión: «poner tu dinero en aquello que realmente entiendes», configura una premisa básica para colocar los ahorros en un lugar que permita al depositante dormir sin demasiados sobresaltos.
Lo que no resulta de recibo es pretender en estos casos que sea el Estado, es decir todos los ciudadanos, quien asuma estos desplomes y sus trágicas consecuencias. Básicamente, porque si las cosas salen bien los únicos que se benefician de las ganancias son los titulares de estas arriesgadas inversiones cuyos beneficios no están dispuestos a repartir con nadie. Por ello no cabe socializar las pérdidas y pedir la recuperación de un dinero mal invertido vía devolución pública arguyendo escasa información o desconocimiento.
Los listos, que en el mundo son, deberían atarse los machos a la hora de elegir caminos para multiplicar la rentabilidad de sus inversiones y saber que nadie va a acudir a rescatarles si la cosa sale mal. Pensar muy bien qué se hace con el dinero, acudir al asesoramiento de expertos profesionales con garantía de honestidad y realizar los depósitos con cautela y sin asomo de avaricia, son recomendaciones que siempre deben de tenerse presentes. Lo otro es jugar a la ruleta rusa con el propio patrimonio.
Si no hay bala en el tambor del revólver el tiro sale gratis, pero si, por una casualidad, existe un proyectil alojado en la recámara, el resultado resulta tan previsible como letal. Criptomonedas aparte, recuerden que esto va de tirar, con mucha cabeza, una moneda al aire de tal manera que si sale cara se gane dinero y si sale cruz, al menos no se pierda. Y los experimentos, ya saben, sólo con gaseosa a ser posible.
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