La flor del pensamiento es un perfume, exclusivamente eso. Si decido pensar, elijo ya de antemano un pensamiento y descarto otros, excluyo ideas, encorseto raciocinios, en suma, me engaño con florituras y serpentinas que no esconden ninguna verdad definitiva, sino más bien vulgares hipótesis de ... trabajo, la mayor parte desechables. El pensamiento es inabarcable, nadie duda de este aserto, pero si lo observamos detenidamente apenas es una burbuja en la que cabe el tiempo.

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No es indigno el hecho de no pensar, nada hay de miserable en ello, lo triste es creer que se piensa cuando lo que realmente se hace es hacer simple memoria de lo ya pensado, en tantas ocasiones no por uno mismo, sino por otros, o por lo que creemos han pensado los otros.

El oficio de pensar no reporta grandes beneficios económicos, es un altruismo excesivamente egoísta e individual como para pretender extraerle otro rendimiento que no sea la posesión de un conglomerado de ideas inconexas.

La intensidad es un motor del pensamiento humano más que de sus acciones. La energía de nuestros actos responde a un entramado muy complejo de causas muchas de ellas ocultas. El pensamiento, aún siendo una oscuridad salpicada de sombras y luces, presta su energía a lo que continuamente se pierde en nuestras acciones y sus consecuencias. El cómo nos afectan las cosas es un efecto depredador de nuestra personalidad que solo la energía del pensamiento cura.

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El pensamiento es estética, o no es nada.

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