Crear recuerdos

Es verdad que, a veces, pueden aferrarse a nosotros vivencias muy sentidas de la soledad más intensa y oscura, o de la más provechosa, y son también muy importantes, porque nuestra orfandad nos constituye. Pero los que más nos consuelan proceden de ese misterioso manantial que es el discurrir con los otros. Son las señales que nos permiten evaluar si la nuestra está siendo una vida bien vivida o más bien otra que está pasando sin pena ni gloria, incapaz de dejar huella ni siquiera en uno mismo.

Nuestro tiempo idolatra el presente y la acción, y por eso cree que todo se juega en las emociones y las 'experiencias'. Y no seré yo el que niegue que la excitación de hacer puenting no pueda generar recuerdos intensos. Pero, a la hora de la verdad, la mayoría de los que nos confortan proceden de la vida cotidiana, del estar 'junto a'. El estar consciente, amoroso, hace que el momento más insignificante se llene de sentido. Porque la existencia es un misterio que a menudo nos revela verdades inesperadas si sabemos mirarlo con los ojos del asombro.

El Día de los Santos es un momento para meditar sobre los que ya no están con nosotros y lo que vivimos con ellos. También sobre nuestro propio existir y el rumbo que va tomando, que a lo mejor no nos gusta. En caso de duda conviene recordar siempre que la verdadera libertad se asienta en el amor y que con él tejemos lo mejor de nuestras vidas.