E. Parra. Europa Press

Costuras

«Mientras la descarbonización del planeta siga marcha atrás y las terrazas continúen abiertas, el frío de la guerra y la pobreza energética da la impresión de que no va a llegar nunca»

Carlos Aganzo

Valladolid

Sábado, 15 de octubre 2022, 00:53

El cambio climático se alinea con el mundo 'libre', y sigue retrasando el invierno en Europa, para chasco de los rusos. Cada día de sol es un día ganado en la batalla por la liberación de Ucrania, aunque suponga un día perdido para las compañías ... energéticas europeas, que harán de enero su agosto, por mucho que el Gobierno les apriete las clavijas impositivas. A eso se reduce la geoestrategia mundial: a ver cuánto tarda el frío en llegar y hasta dónde es capaz de resistir el enemigo, mientras se siguen afinando las armas. Remembranzas de Stalingrado, ahora con nuevos aliados de ocasión para los invasores: los jeques de la OPEP, que pugnan por seguir nadando en sus ríos revueltos de dólares y de petróleo, y el inefable Marruecos, que en lugar de condenar a Rusia en Naciones Unidas prefiere declarar que Melilla es «un presidio ocupado», tras firmar un acuerdo con el Kremlin para construir una central nuclear… en la frontera con Argelia. Leña al fuego.

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Nada, en todo caso, que nos deba preocupar a los españoles más allá del seguimiento de a qué mitad de los hogares irán a parar los 3.000 millones que anuncia el Gobierno para el alivio de la factura energética del invierno. Ayudas a las que se deberán sumar otras nuevas para las medicinas, que un millón y medio de ciudadanos ya se manifiestan incapaces de copagar. Los empleados del INSS ya lo han dicho: aunque bien avenidos, son pocos, y la avalancha de llamadas y peticiones de los ciudadanos está retrasando sobremanera la aplicación efectiva de las prestaciones. Lo mismo que los fondos europeos: estar, están, pero llegar a ellos es una misión imposible para el común de los necesitados. Las costuras del sistema, que no dan más de sí. La letra menuda de la propaganda política.

Explicando una vez más que España va bien, incluso a pesar de los agoreros del FMI, que esta semana nos han rebajado casi otro punto en la previsión de crecimiento, estaba el presidente el jueves, cuando le interrumpieron entrando tarde en el hemiciclo los diputados de Vox. No porque se hubieran pasado la noche anterior, como en Valladolid, velando por la integridad de las estatuas colombinas. Sino porque se solidarizaron con el Rey y con la cabra de la Legión, que se inquietaron al tener que empezar unos minutos tarde el desfile de las Fuerzas Armadas. Las cosas de la hispanidad, que son complejas. Pues mientras López Obrador sigue y prosigue con su campaña de descolonización de México y de América, resulta que nuestro país y el suyo caminan firmemente de la mano en asuntos tan cruciales como el liderazgo mundial en el retraso en la recuperación del PIB tras la pandemia. Más despacio, diría Hernán Cortés, van en Venezuela. O en Haití.

Una imagen, por cierto, la de los aviones de combate sobrevolando el cielo de Madrid, que este año tenía para todo el mundo connotaciones especiales. Tan especiales como la ausencia en un acto y la presencia en otro de los señores vocales del Consejo General del Poder Judicial, que siguen en el filo de la navaja democrática de la separación de poderes, para chasco de la Unión Europea y del líder de la Oposición española.

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Pero es lo mismo. Mientras la descarbonización del planeta siga marcha atrás y las terrazas continúen abiertas, con 27 grados al sol, el frío de la guerra y la pobreza energética da la impresión de que no va a llegar nunca. Las cigarras siguen cantando, porque no cuentan los meses ni reciben facturas del gas ni de la electricidad. Y Putin reza para que sus hormigas mueran matando sobre el hielo, como en tiempos de Catalina la Grande. «Caballito frío. ¡Qué perfume de flor de cuchillo!», que diría Federico.

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