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Es bastante evidente que el Gobierno español tiene un problema con la transparencia. El portal creado para que los ciudadanos sepamos los gastos de nuestros representantes es de una opacidad marmórea. Para arañar un dato hay que bucear por océanos llenos de residuos lingüísticos ... y, naturalmente, el tanque de oxígeno no resulta suficiente; uno se ahoga en esa tóxica retorica y abandona. La verdad es como el agua del río, en la superficie fluye clara y más abajo se asienta el limo, los nutrientes del barro que se acumula.
Hace tiempo una ciudadana quiso saber acerca de los viajes en Falcon del presidente y se dirigió al portal gubernamental para que le proporcionaran información. Para su sorpresa, le contestaron que era cuestión de seguridad nacional y que no podía tener acceso. La mujer, que debía de tener tiempo, formación y las espaldas cubiertas, que es mucho tener, fue a los tribunales. El magistrado de turno desestimó el recurso que la Administración General del Estado interpuso contra la resolución del Consejo de Transparencia y Buen Gobierno (la denominación tiene guasa).
Hace un par de días salió la noticia de que Presidencia debe informar de los viajes de Sánchez ajenos a su condición de presidente ejecutivo cuando emplea recursos públicos como el Falcon, el helicóptero Puma o al Ejército. La oposición, a rebufo de la temperamental ciudadana, pidió aclaraciones en la sesión de control parlamentario. 'Dónde vas, manzanas traigo', o «No es que tengan un problema conmigo, es que tienen un problema con la democracia porque no reconocen el resultado de las urnas», fue la respuesta de Sánchez en un gesto de arrogancia y menosprecio decepcionante.
Los políticos son incapaces de reconocer sus errores y eso es precisamente lo más duro para el ciudadano. Dicen los neuropsiquiatras que los recuerdos se alojan en cada uno de nosotros atendiendo a las emociones que nos provocan los hechos. Yo no sé si esto funcionará en el momento de depositar el voto en las urnas. Si nuestro pizpireto presidente tuviera el gesto de declarar que es uno de los españoles que más contamina y que ni siquiera se lo plantea sería tranquilizador. Estoy segura de que dirigir un país es algo realmente complicado y que hay que rodearse de colaboradores eficaces, honestos y sobre todo inteligentes, y sé que no abundan en los comedores de la sopa boba de los partidos políticos. En la reciente Cumbre del Clima, y después de la bochornosa escenificación de los dirigentes, en el aeropuerto esperaban cuatrocientos jets privados haciendo cola para que los mandatarios privados y públicos volvieran a sus países. Ahí lo dejo.
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