Nevó. Con tiento. Nevó para sacar este poema pese a que Peláez me diga que la nieve es populismo. La cuestión es que nevó en el pinar después de mucho tiempo y Lupo, mi perro, llevaba un trotecillo alegre en el blanco. Lupo estaba ya ... cansado del volcán y de un tal Odón Elorza y de los Presupuestos, y salió a la amplitud nevada con un no sé qué que a mí me recordó a algo de Juan Ramón; tal es la soledad...
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En tiempos prepandémicos, siempre que nevaba en esta tierra me llamaba desde el sol de Málaga el maestro Manuel Alcántara para preguntarme si estaba bien abrigado. Le decía que sí y mentía, que llevaba yo el moquillo colgando y en la zona más caldeada había estalactitas y a servidor le salía vaho en sus soliloquios. Y la nieve será populismo, y Filomena quebró la cosecha en Jaén, pero los que somos niños reflexivos y solitarios, para los de la España Vacía en Tinder, la nieve siempre es un acontecimiento de augurios buenos. O así lo queremos creer. Dicen por ahí abajo, por la Cádiz que es cuna de Occidente, que es fuego lo que hace falta. Claro que el fuego que le sobra al alcalde de Cádiz es el que a mí me falta en este aperitivo del invierno.
La nevada es la misma que uno ha visto en Ronda y en Bruselas, pero aquí, en el ancho horizonte, se hace como más nuestra.
Mi perro y yo tuvimos el tiento de poner ya el Belén y hacernos un selfie, pero en el grupillo de WhatsApp nos dijeron que no, que nos pueden catalogar de meapilas. Lo que pasa es que mi perro y yo somos tradicionales. Pasó que nevó y, en la célebre gasolinera, Atilio sacó de no sé dónde unas cadenas: también prepandémicas.
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