Contracorriente

Una simple gota desconoce el poder que tiene. Sólo hace falta una, coordinada con otras, para socavar la roca más imponente; corroer los cimientos más firmes; o pudrir el hierro más resistente. Sólo una serie de gotas pacientes que se mantienen firmes y coordinadas en su propósito. Puede parecer solitaria e inexistente, si se la compara con el océano, pero su fuerza es mayor porque provoca cambios sin ruido, sin ímpetu, sin prisas,… Va actuando sibilina y aparentemente inofensiva, pero para cuando su acción es visible, los daños suelen ser irreparables.

Unas insignificantes décimas de milímetro; eso puede medir el diámetro de una gota de llovizna; inocua en sí misma, salvo que tenga el don de la paciencia, la constancia y la solidaridad de otras gotas. Eso es lo que la dota de verdadero poder. Saber que no es la única.

A veces una tiene la percepción de que llevamos tiempo siendo lamidos por un ejército de gotas morales que tratan de debilitar los principios éticos arraigados. Han conseguido convertirse en tsunami y relegar al ostracismo a las que van contracorriente. Buscan el agotamiento, pero olvidaron que nunca hay que infravalorar a la gota más resistente, porque seguramente haya más.

Del poder de la gota hablan mucho en esos cursos de liderazgo que tanto se estilan hoy en día, pero no es nuevo. Ya en el Libro de Proverbios del Antiguo Testamento se habla de él. Le sonará el nombre de Job y su infinita paciencia. El hombre, desde que es hombre, sabe que la constancia derriba los muros más altos, pero vivimos en los tiempos del hoy y el ya y se nos olvida. La vida no es sino un vaivén de modas. Sólo hay que ser gota paciente y resistir para comenzar a actuar, sin que se note.