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Nuestra salud tiene memoria como también la tienen mares, ríos y la propia tierraLa contaminación nos envuelve. Hay evidencias científicas, pero también personales. La toxicidad no solo llega de las partículas en suspensión que se cuelan en cada poro o se entrometen en las vías respiratorias. La toxicidad llega también de la queja, del pesimismo, de la amargura. ... El hollín de la humanidad. Se dice que una persona es tóxica cuando absorbe tu energía positiva y la transforma de modo imperceptible en una sutil decadencia. Para combatirla, basta con alejarse de la persona en cuestión para volver a recargar las baterías de la sana alegría de vivir. Apartarse en el momento adecuado de la persona inadecuada se traduce en un soplo de aire fresco que oxigena tu cuerpo y tu mente.
De la toxicidad ambiental es difícil escapar. Llega a través del aire que respiramos, del sonido que se cuela en nuestros oídos y de la luz que penetra la pupila hasta convertirla en un minúsculo punto casi inapreciable. Son la contaminación atmosférica, la acústica y la lumínica.
La ciudad de Valladolid bien conoce la influencia de las partículas finas PM 2.5 que, en altas concentraciones, generadas por la canícula veraniega y aumentada por los motores diésel, pueden llegar a incrementar un 20% el riesgo de sufrir un ictus a corto plazo. Los motores contaminan porque los ponemos en marcha y abusamos de la comodidad de viajar de puerta a puerta.
Existe otro tipo de contaminación y es la acústica. En este caso, incrementa en un 30% las posibilidades de padecer un accidente cerebrovascular. De los ruidos nocturnos saben bien los vecinos de la zona centro de la capital, en su mayoría una población mayor que sufre las incomodidades de vivir en el epicentro de las zonas de ocio.
Nuestra salud tiene memoria, como también la tienen mares, ríos y la propia tierra. Un estudio realizado en 2014 por la Dirección de Salud Pública alertó de que la contaminación daña el suelo y afecta a las raíces de los cultivos. De esas raíces, esos frutos y de esos frutos esas alergias. El dato lo ha aportado la la jefa de alergología del Hospital Río Hortega de Valladolid, Alicia Armentia: en la última década, el número de alérgicos a la fruta se ha disparado un 34%.
Así que apelo a la conciencia humana: dejemos de intoxicarnos, de contaminarnos porque a los tóxicos se les puede llegar a dar esquinazo, pero a la contaminación, no.
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