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Para que conste

El avisador ·

«Se le saltaban las lágrimas por comprobar el estado de caos, de descrédito, de indignidad en el que deja a un Reino Unido que está viviendo, sin lugar a dudas, uno de los momentos más tristes de su historia reciente»

Carlos Aganzo

Valladolid

Sábado, 18 de mayo 2019, 09:00

Se le saltaban las lágrimas a Theresa May cuando anunció que abandonará su cargo como 'premier' del Reino Unido a principios de junio. Y que lo hará con independencia del resultado de la cuarta y última votación en el Parlamento sobre la propuesta de ... acuerdo con la Unión Europea. Se le saltaban las lágrimas porque ya no se siente capaz de resistir más. Porque las cuentas no le salen.

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Nos puede parecer extraño que en España vayan a tomar posesión de su acta de diputado políticos que están en la cárcel acusados de rebelión. Pero, ¿qué decir de los candidatos ingleses que resulten elegidos la semana que viene en las europeas? Como ellos son así, los ingleses votarán el jueves, en lugar del domingo. Pero lo harán con el convencimiento de que los vencedores, en este caso, ni siquiera tendrán la oportunidad de desplazarse a Bruselas para formalizar los resultados de las urnas. Antes de eso ya estarán fuera de Europa. Será, en cualquier caso, la única manera de frenar la locura ultranacionalista del así llamado Partido del Brexit, de Nigel Farage, al que las encuestas otorgan ya más votos que a los conservadores y a los laboristas juntos. El signo de un país irremediablemente roto.

Se le saltaban las lágrimas a Theresa May, pero no parece que fuera por su fracaso personal. Seguramente este verano, cuando deje de ser el 'sparring' de todo aquel al que aún le quedan ganas de hacer política en el Reino Unido, se mirará al espejo y no verá al zombi que ha estado viendo en su cuerpo en estos últimos años. Se le saltaban las lágrimas por comprobar el estado de caos, de descrédito, de indignidad en el que deja a un Reino Unido que está viviendo, sin lugar a dudas, uno de los momentos más tristes de su historia reciente. Quizás también por esa Europa a la que le va a costar seguir siendo Europa sin uno de sus socios fundadores. Una Europa que quiere ver en las urnas del domingo 26 una nueva oportunidad para encarar el futuro.

No todo son caras largas, sin embargo, entre los hijos de la Gran Bretaña. Al antiguo ministro de Exteriores del Reino Unido Boris Johnson, por ejemplo, se le ha dibujado una extraña sonrisa de la cara cuando le han preguntado si está dispuesto a tomar el relevo al frente de los conservadores. 'Of course', ha dicho. No se ríe, pero desde luego sonríe también David Cameron en la fotografía –retocadísima, como si se tratase de la de un cabeza de cartel electoral– que preside la portada de su autobiografía, que aparecerá en septiembre. 'Ford the Record'. Es decir, 'Para que conste'. Para que conste que, como decía Antoine de Saint-Exupéry, el más optimista de los pesimistas de su tiempo, «el fracaso fortifica a los fuertes». Rara vez se ha conocido a un político tan dañino para los propios, para los ajenos, para todos…

Theresa May llora y Cameron Ríe. Aunque estén devaluadas en septiembre, cuando el libro venga a remover aún más el torbellino del congreso de los conservadores en Manchester, sin duda los cientos de miles de libras que espera percibir por las ventas del 'best seller' le ayudan a mantener el buen humor. Para que conste.

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