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Confianza cero
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La tormenta por el espionaje tensa al máximo la relación de Sánchez con sus aliados y complica la legislatura, pero no la va a romper¿El 'catalangate' marca un punto de inflexión? La reacción airada de todos los aliados de Pedro Sánchez podría dar a entender que la legislatura entra en un territorio minado de alto riesgo después de las revelaciones que apuntan a un posible escándalo de espionaje ... a dirigentes independentistas, la mayoría catalanes, pero también dos vascos, entre 2017 y 2020 mediante el 'software' malicioso Pegasus, que accede a toda la información de los teléfonos móviles. El asunto ha provocado una monumental tormenta política, con exigencias de explicaciones por parte de los partidos afectados, que no ocultan su indignación si fueran ciertas las revelaciones del laboratorio canadiense Citizen Lab publicadas en 'The New Yorker'.
El asunto merece explicaciones creíbles por parte del Gobierno y no respuestas de manual. La reunión de la comisión de secretos oficiales se antoja imprescindible, aunque parece una dinámica inviable por los cruces vetados entre partidos. Además, este cauce puede resultar a estas alturas insuficiente. Pero algún mecanismo de información reservado tendrá que arbitrarse para que quede claro que en una democracia sólida los servicios de inteligencia están siempre sometidos al principio de legalidad y que el fin no justifica los medios. Incluso cuando el 'procés ' independentista abrió en su momento una dinámica de desbordamiento del marco jurídico de efectos desestabilizadores para la democracia española que, lógicamente, también cuenta con instrumentos constitucionales para defenderse.
Los aliados de Sánchez han puesto el grito en el cielo y muchas de sus exigencias son comprensibles. Pere Aragonès, president de la Generalitat, ha reclamado una «explicación» clara a Sánchez en una semana al señalar que «la confianza es cero» y apuntar que podría ponerse el peligro el apoyo parlamentario de Esquerra al Gobierno de coalición.
En el soberanismo catalán se libra una partida subterránea entre dos grandes líneas estratégicas. Por un lado, el expresidente Carles Puigdemont, Junts y la ANC, con sus matices, a favor de la ruptura, con todas las consecuencias, en un escenario de quiebra abrupta del marco jurídico por la fuerza de los hechos sobre la base de que el Estado español no es democrático y nunca va a aceptar el derecho de autodeterminación. En esa apuesta se encuadra la posición de Laura Borràs, presidenta del Parlament, de exigir la dimisión de Sánchez. De otra parte, también con sus contradicciones, el mundo de Esquerra, que es partidario de exprimir al máximo las posibilidades de la mesa de diálogo.
En su mayor posibilismo opera también una razón táctica. No quieren romper la baza negociadora, conscientes de que la verdadera batalla se va a librar en Europa, que hay que cargarse de legitimidad democrática ante Bruselas y que si en algún momento se arbitra una salida pactada será sobre todo porque la UE fuerza al Estado español a una solución negociada. Sin tener en cuenta la importancia del reconocimiento internacional y de la correlación de fuerzas, un proceso soberanista clásico no tiene salida. Esa es la conclusión que ha asumido ERC y que le lleva a modular su mensaje, incluso, ante un asunto como el del espionaje, que amenaza con radicalizar a corto plazo el escenario catalán y que sitúa la mesa de diálogo en una coyuntura crítica.
Por eso es muy difícil que, más allá de la retórica oficial, Esquerra deje caer al Gobierno de Sánchez. Porque, más allá de los mensajes de consumo interno, e incluso de la semana de plazo que concede Aragonès a Sánchez, a los republicanos no les interesa forzar un adelanto electoral que sería como poner la alfombra roja a la vuelta de la derecha al poder.
Quien ha interpretado esta situación es el coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, que ha pedido luces largas y tener una visión completa de la jugada en su última entrevista con Pablo Iglesias recogida en las redes sociales. Como en los años 30, lo que está en juego, ha dicho, es una disyuntiva entre la democracia liberal y el autoritarismo. Otegi es consciente de que en el seno del independentismo cuesta entender ese mensaje, sobre todo cuando irrumpen estos escándalos, pero sus tesis son una enmienda a la totalidad al rupturismo de Puigdemont y de la ANC. La posición del líder de EH Bildu influye en la dirección de ERC, que, no obstante, sufre en este momento una fuerte presión de sus bases para endurecer su estrategia.
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