La condena de Nicaragua
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La situación política se deteriora cada día por la exclusión y persecución de candidatos opositores con el fin de perpetuar a Ortega en el poderEl partido gobernante en Nicaragua, el Sandinista –heredero teórico del Frente Sandinista que derrocó en 1979 la dictadura de los Somoza que duraba desde 1934–, inscribió el lunes como sus candidatos a la presidencia y la vicepresidencia del país a los actuales mandatarios, Daniel Ortega ... y su esposa Rosario Murillo. Las elecciones se celebrarán el 7 de noviembre y ya se han cometido innumerables irregularidades para asegurar la victoria de Ortega. El presidente nicaragüense, tras un primer quinquenio presidencial entre enero de 1985 y abril de 1990 y un cuatrienio en que fue coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción de Nicaragua, perdió las elecciones ante Violeta Chamorro en 1990. Tras ser derrotado en las presidenciales de 1996 y de 2001, ganó las elecciones de noviembre de 2006, y desde entonces ha sido reelegido en 2011 y 2016. Lleva, por tanto, quince años ininterrumpidos en el poder. Ahora se presenta por cuarta vez consecutiva, tras una legislatura marcada por una dura represión en la que se dictó una ley antiterrorista utilizada para inmovilizar a la disidencia política, y bajo la cual ha habido centenares de víctimas.
Ortega ha ido incrementando su arbitrariedad autoritaria hasta extremos comparables con los abusos de la época somocista, y prueba de ello es que, ante la perspectiva electoral, hasta 31 líderes opositores han sido detenidos y encarcelados entre abril y junio; entre ellos, los siete candidatos presidenciales que más posibilidades tenían de aventajar al dictador, que acumula un historial macabro de violaciones de los derechos humanos. Así, Ortega ha expulsado de la competición electoral a Cristiana Chamorro, hija de Violeta, la precandidata con más opciones según apuntaban las encuestas.
Gran parte de los veteranos militantes del Frente Sandinista condenan las andanzas de Ortega, émulo paradójico del somocismo que fue la gran lacra de Nicaragua. Asimismo, las organizaciones internacionales humanitarias, Estados Unidos y la Unión Europea –esta, muy recientemente– han condenado e impuesto sanciones a Ortega, su esposa y colaboradores, ante la indiferencia de la oligarquía dominante, que acusa de injerencia a quienes les cuestionan. La comunidad internacional, y en especial España, que mantiene con ese país vínculos fraternos, ha de ejercer toda la presión posible para que regrese cuanto antes la libertad a este pequeño país tan maltratado.
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