Fernando Simón, en la rueda de prensa de ayer del Comité de Expertos de la crisis sanitaria. Efe

Concepto borroso

«La crisis del coronavirus, además de darnos la oportunidad de poner a prueba nuestra resistencia, nos está sirviendo para que seamos conscientes de cuánto de barro tenían los pies de muchas columnas que creíamos de piedra»

Carlos Aganzo

Valladolid

Sábado, 18 de abril 2020, 08:51

Crisis es oportunidad. Así que la crisis del coronavirus, además de darnos la oportunidad de poner a prueba nuestra resistencia, nos está sirviendo para que seamos conscientes de cuánto de barro tenían los pies de muchas columnas que creíamos de piedra. Un mes y medio después del primer fallecido por la covid-19 ... , todavía no hemos sido capaces de establecer un criterio nacional (cuánto menos europeo) sobre cómo se deben contar los contagiados y los muertos. En la era digital, las cifras, al servicio de los gobiernos, lo deciden todo sobre nosotros. Pero las cifras, caso que fueran inocentes, desde luego no convencen. «La estadística es una ciencia que demuestra que si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, los dos tenemos uno», decía Bernard Shaw. Así que a estas alturas si nadie nos ha dado por contagiados, igual es que estamos muertos.

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Mañana iniciamos la sexta semana de confinamiento. La alegría se gasta, y ni siquiera encerrados con Kim Basinger estoy seguro de que podríamos resistir nueve semanas y media de cautiverio. Al menos sin que se resintiera nuestra salud. La física y la mental. Tal vez por eso el Gobierno, al lado de las autoridades sanitarias, ha puesto a desfilar al Ejército, la Policía y la Guardia Civil para que nos ofrezcan cada día, a modo de entretenimiento, el resumen de sus actuaciones. Entre ellas la comprobación, por medio del GPS de nuestros teléfonos móviles, de quién se queda en casa o quién sale de paseo más allá de lo establecido en su régimen de reclusión.

Nos dicen que esos datos son privados. Pero sabemos que no es verdad. Si un membrillo de 16 años, como el que detuvieron el viernes, es capaz de acceder a los datos de sus profesores y a las pruebas y recetas médicas de un montón de usuarios, ¿puedo pensar que la policía no sabe si me gasto más dinero en cerveza o en harina para pasteles cada vez que salgo al supermercado? Asusta pensar las parcelas de libertad que cedemos cada día por tierra, mar, aire, espacio y ciberespacio, como se dice ahora. Hoy, con la justificación del estado de alarma. Mañana, no sabemos, en un mundo que unos creen que será más igualitario, porque todos seremos más pobres, mientras que otros piensan, echando mano de la historia, todo lo contrario. Un futuro inmediato donde los hay que imaginan ciudades descontaminadas, con corzos y jabalíes paseando por las calles, y los hay también que ya están cargando la carabina para ser los primeros en cazarlos. Y comérselos.

En medio de tanto despropósito, alguna buena noticia. Después de una semana jugando al Spider en el móvil, esperando a ver quién llamaba antes, el lunes por fin hablan Pedro Sánchez y Pablo Casado. Y abren las peluquerías. A lo mejor Fernando Simón lo tiene en cuenta y, a partir de esta pequeña desescalada, puede contarnos lo que le parezca bien sobre las cifras locas de nuestra pandemia sin que pensemos, necesariamente, que toda resistencia es inútil. «No hay nada peor que una imagen brillante en un concepto borroso», decía el fotógrafo Robert Capa. El concepto no puede ser más borroso. Pero al menos la imagen está en consonancia. Siempre nos quedará París después del verano. O no.

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