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Hemos permitido que las modas, la cultura del reemplazo, la atracción por lo desconocido, pero sobre todo la falta de compromiso y valores calen en las concienciasSecciones
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Hemos permitido que las modas, la cultura del reemplazo, la atracción por lo desconocido, pero sobre todo la falta de compromiso y valores calen en las concienciasMis sentimientos han cambiado, no sé si te quiero, no sé qué es el amor. Queridos lectores, solo espero que ninguna de estas sentencias le suenen familiares. Caen como una losa sobre el pecho, se hunden y te acaban transformando. Ya nunca se es igual. ... Mi admirado Víctor Vela firmó recientemente en las páginas de este periódico la crónica del desamor de 2018 en Valladolid. El pasado año, 1.032 matrimonios dejaron de serlo, pero lo más llamativo es que una treintena de ellos no llegaron a los dos años. Cada vez hay menos bodas y más rupturas. ¿Qué está pasando? La razón no alcanza a entender, pero puede que el corazón sí nos permita ver más allá.
La sociedad está cambiando y, con ella, las estructuras familiares. Hemos permitido que las modas, la cultura del reemplazo, la atracción por lo desconocido, pero sobre todo la falta de compromiso y valores calen en las conciencias. Las familias de ahora no son las de antes. Ahora no se pelea hasta el final, se tira la toalla a la primera de cambio porque hemos aprendido a ser egoístas, a buscar solo nuestra propia felicidad. Esa extraña y hasta obsesionante búsqueda de la felicidad a cualquier precio.
La crónica del desamor también se vive en una parte de Cataluña. En terreno independentista aún no son conscientes de que la unión hace la fuerza, de que la separación no siempre es la mejor de las soluciones. La primera Diada se remonta al sigo XIX. Las crisis, como las de pareja, hacen mella y ponen a prueba las uniones. En 1901 La liga regionalista ganó las elecciones, pero han sido los últimos 30 años los que han disparado el ego nacionalista. Se ha presentado como un ente victimista, vapuleado por una relación desigual con el Estado en la que la comunidad cree aportar más de lo que recibe del Gobierno español. Algo así como: ¡es que no me dejas ser quien realmente soy! Un pensamiento inmaduro y torpe para zanjar años de convivencia.
El secesionismo comienza a dibujar una España malévola. Una imagen que difunde desde las instituciones y desde los colegios y que cala cada vez más en la sociedad. Ya no se agarra a lo bueno, construye un pensamiento cruel y negativo de España. Es el resurgimiento del catalanismo político, pero el más perverso de los antes vistos. Y ya no quiere más, no quiere compromiso y se empeña en la separación. El diálogo se rompe, crece el interés propio frente al común y desemboca en un rosario de episodios violentos en las calles que hacen olvidar que, a pesar de las diferencias, Cataluña vive muy bien con España.
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