![Compañeros de partido](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202202/23/media/cortadas/carcedo-krhB-U1601079937695hS-1248x770@El%20Norte.jpg)
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Las disputas por el poder, que son la esencia de la actividad política, suelen sorprendernos con escándalos como los que estos días agitan al PP. Todavía quedan cuestiones abiertas, pero de momento el problema está siendo una reyerta que recuerda aquel viejo dicho de que ... en la vida hay enemigos, enemigos acérrimos y compañeros de partido. El enfrentamiento entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso parte de una relación de amistad juvenil que llevó al presidente del partido a elegir prácticamente a dedo a Ayuso como candidata a las elecciones autonómicas por Madrid.
Nadie lo entendió entonces, se trataba de una desconocida que, además, en sus primeros pasos en la carrera electoral incurrió en errores dialécticos de bulto. A pesar de que su éxito inicial fue relativo, acabó pactando y gobernando sin especiales problemas hasta que un día sucumbió a la tentación de amarrar mejor su liderazgo, convocó unas inesperadas elecciones anticipadas, barrió en el recuento de los votos y en, cuestión de horas, se convirtió en una lideresa indiscutible.
Ante su éxito, lejos de amilanarse, enseguida exigió más y chocó con los planes de sus superiores. El resto es bien conocido. Después de unos meses de enfrentamientos en los que el establishment del partido maniobró en busca de argumentos para frenar sus ambiciones, la reyerta estalló por los aires. Aunque los acontecimientos, cada vez más morbosos, continúan latentes y dejando muchas dudas, lo primero que causa extrañeza es que se hayan producido con una virulencia y una trasparencia insólitas. En espera del desenlace, el interés que se detecta en la calle es saber quién gana y quién pierde. Parte de la respuesta es difícil, el resto es fácil de pronosticar: no gana nadie y perdemos todos.
Pierden los contendientes, uno con la carrera política que se intuía brillante, truncada; otra, que se creía intocable, estigmatizada bajo la sospecha, y el partido, que está por encima de ambos, maltrecho. Habrá quien se alegre de que sea así, pero es un dislate de los odios en que derivan las ambiciones. Los demócratas necesitamos un partido de derechas o centro derecha sólido y serio, lo mismo que necesita uno de izquierdas solvente y fiable.
El PP, a pesar de su accidentada trayectoria, es parte fundamental en el equilibrio político nacional. Y más en unos tiempos en que crecen las formaciones que intentan llevar a la sociedad a los planteamientos extremos. El escándalo político que estos días monopoliza el interés nacional no ayuda a la estabilidad que necesitamos, al pluralismo que ejercemos, a la confianza que la vida pública necesita y a la imagen que nuestro país proyecta al exterior.
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