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Columnismo, última hora
Intruso en El Norte ·
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Intruso en El Norte ·
Los columnistas castellanos lo somos por voluntad y fijación, y así ha sido siempre. Nuestra escuela anda entre Delibes y UmbralAhora parece, por influencia galaica, que el columnismo tiene que ser algo así como un cuento sostenido de las borracheras en las escalinatas de Sanjenjo y cómo en ciertos pueblos de Vigo lo que no se llevó el caballo –ayer– se lo lleva el azúcar – ... hoy–-. La cosa es que, contra esto, también hay un columnismo castellano que llega hasta Cádiz y que vuelve, que sabe que en Valladolid tiene capital mundial de esta cosa de hacer columnas.
Los columnistas castellanos lo somos por voluntad y fijación, y así ha sido siempre. Nuestra escuela anda entre Delibes y Umbral y hay quien reniega de ella y le mete algodón a una separación y lo cuenta con mucho alboroto de redes sociales. Yo quisiera hacer ese columnismo viral que triunfa, pero me pasa que no tengo rías y sí río; no tengo borrasca y cerveza y sí tengo anticiclón, inversión térmica y cigales. Llevo barba y me sale pelirroja y no negra. Quizá yo sea más celta que otros, pero medirse los 'adeenes' es una cosa así como de patio de colegio.
Yo hablo de Igea o de Puente o de Tudanca porque no tengo un hijo con el que ver Netflix y escribirlo; y como no escribo de lo que no tengo, ay, a veces me bajo a la gasolinera con mi hijo/perro: 'Lupo'. 'Lupo' es la España vacía y tiene ya su réplica en El Colmao, que es el vivir.
Está el mundo, España, que se nos muere y a mí no me sale hablar de minucias de primeras novias que son notarias y leen al peso. Yo sé que escribir es poner las tripas en negro sobre blanco; sé que a escribir se aprende publicando y yo digo «amor' donde otros dicen compañera.
Mi amigo López Sampalo, columnista de nuestro hermano granadino, 'Ideal', me hace llegar un relato distópico sobre un congreso de columnismo en Cádiz, adonde van llegando articulistas de uno y otro rincón de España y la cosa acaba como el rosario de la aurora: su cuento es sintomático de lo que somos y como tal saldrá en ese libro que edito y que llamo 'La España canallita' con papeles especiales de Fernando Arrabal o Paco Umbral.
En el fondo, quizá cada región dé una forma distinta de escribir, o quizá es que los que vienen mojados del clima no quieran mojarse más en esto de las 400 palabras... Qué sé yo.
No suelo hablar del oficio. Pero hoy, domingo triste, hablo porque me lo sugiere mi perro 'Lupo' desde esa mirada en la que me dice que jamás ya seré padre y jamás me haré una bitácora viral sobre el Nenuco y la papilla.
En cambio, de vuelta de Fitur paré 20 segundos en Segovia, arranqué nieve, y me vine al Campo Grande con un muñeco/niño que me aguantó. Mi ternura es eso: nieve que se compacta.
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