![Las colas](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202007/11/media/cortadas/colas-kK4C-U110751547923sOH-1248x770@El%20Norte.jpg)
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Las colas resultan humillantes porque denigran al personal. Recuerdan al franquismo, aquellas colas interminables en las oficinas del paro que vi tanto en Madrid como en Valladolid y que obligaban a los usuarios a salir a la calle porque era materialmente imposible que los parados ... cupieran dentro de la oficina. Recuerdo una cola enorme en una calle céntrica de Valladolid que producía vergüenza ajena. Según los testimonios fotográficos, también eran enormes las colas de las cartillas de racionamiento.
Uno acude a recibir un servicio o a hacer una compra y debe guardar su turno. Por supuesto. En ese sentido, las colas resultan democráticas y civilizadas. En la cola de un cine, en León, conoció Pereira a Úrsula, su mujer. Los comercios que reciben muchos clientes en una época determinada incrementan el número de dependientes para evitar colas. El problema es cuando hay una desproporción entre el personal que atiende y el personal que ha de recibir el servicio. Parece que lo hacen como castigo.
Con motivo de la pandemia, por razones de higiene preventiva, han vuelto las colas a las calles. Donde más colas he visto ha sido en los bancos. Sospecho que se trata de una forma de castigo. Están reduciendo de manera drástica las oficinas donde se atienda al público dado que todo o casi todo lo tramitamos a través de Internet. Como sabemos muchas personas mayores no manejan los ordenadores ni tienen hijos que les echen una mano.
Además, para más inri, algunas entidades bancarias han concentrado ciertas operaciones en una sola oficina, casi siempre de espacio reducido, y es ahí donde las colas resultan lacerantes. Una hora para pagar un triste recibo o tramitar una gestión. Con lo sencillo que sería abrir una o dos ventanillas más para que todo fluyera con rapidez. Pues no. Te fastidias y haces cola, como si la posguerra que hemos visto tantas veces a través de las fotos en blanco y negro se hubiera instalado entre nosotros.
¿Qué podemos hacer? Protestar, no resignarnos tras una mirada vacuna. Muchas pequeñas conquistas se han conseguido gracias a las protestas, pero si nos relajamos volverán los viejos hábitos. No pueden jugar con nuestro tiempo de manera caprichosa. Somos el mismo cliente que, en caso de necesidad, acudimos a pedir un crédito y, entonces sí, nos reciben en una oficina espaciosa en cuyos vestíbulos se podría jugar al tenis. La santa indignación es muy saludable. Debemos protestar cuando nos humillan. Protestar de manera civilizada, por supuesto. La gente ha salido a protestar en las plazas de los pueblos para que se normalizaran las consultas en los dispensarios médicos donde nos asignan una hora concreta para evitar colas. Cómo no. Un banco que denigra al cliente, se denigra a sí mismo.
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