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La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Eduardo Parra / Europa Press

Cogobernanza a medio gas

Entre líneas ·

«Septiembre nos va a dar malas noticias económicas después del paréntesis veraniego en el que toca desconectar y cargar pilas»

Alberto Surio

San Sebastián

Domingo, 7 de agosto 2022, 00:04

El decreto-ley que contempla medidas de ahorro energético se ha convertido en el acontecimiento polémico de la semana. No es ningún capricho de Pedro Sánchez. Se sustenta en una estrategia de la Unión Europea contra el despilfarro en el consumo que, en el fondo, ... suscita un acuerdo bastante generalizado porque es un compendio de sentido común en un momento complejo como el de la guerra en Ucrania.

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La discusión pone sobre la mesa la necesidad de cambiar nuestro chip y de introducir una cultura más racional y más responsable en nuestros hábitos domésticos. Las repercusiones que puede tener un corte en el suministro de gas a Europa pueden dejar en anécdotas irrelevantes estos episodios. Estamos jugando con las cosas de comer y con nuestros estándares de bienestar. Los que conocemos hasta ahora.

En este escenario no ha sorprendido la reacción de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, de abanderar la 'rebeldía' de algunas comunidades al cumplimiento del decreto-ley. Inicialmente el «Madrid no se apaga» parecía convertirse en el 'mantra' de combate trumpista de Ayuso contra el Ejecutivo de Sánchez en una repetición de su discurso de desafío durante la pandemia que tantos réditos políticos le proporcionó en las elecciones autonómicas al brindarle un banderín de enganche populista, con un punto libertario, en el imaginario de la hostelería.

Ahora el pulso por el control de los termómetros en los establecimientos privados o la iluminación nocturna de escaparates de comercios y de edificios oficiales puede derivar en una batalla bizantina en los tribunales. Y ya se sabe que en estas disputas en vez de argumentos se intercambian consignas. Sobre todo si lo que está a la vuelta del verano es un curso cargado de voltaje electoral tras el que hay que elegir a alcaldes y alcaldesas y dirimir muchos Gobiernos autonómicos.

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La reunión el próximo martes entre el Ministerio de Transición Energética y las comunidades autónomas pretende despejar las dudas lógicas que ha suscitado la aplicación de la normativa, si bien parece claro que Sánchez ha convertido su cumplimiento en un activo de su determinación para afrontar el momento con un mensaje, el de 'ahorro, sudor y lágrimas', que le proporciona una vitola de autoridad de comandante en jefe en las coyunturas más críticas.

Pese a los recelos, Ayuso se ha quedado bastante sola en su estrategia de insumisión al Ejecutivo. Su frente recurso a la unilateralidad, tarde o temprano, terminará desgastando a Núñez Feijóo. El Gobierno vasco, al menos su socio nacionalista mayoritario, ha matizado su discurso más crítico al poner de relieve la conveniencia de la flexibilidad a la hora de gestionar las medidas, sin poner en entredicho el cumplimiento de la legalidad, que no se ha atrevido a desbordar.

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Y es que el debate sobre las medidas a adoptar en este escenario revela el paisaje de conflictividad territorial que conlleva la gestión de la cogobernanza entre las diferentes instituciones y pone de manifiesto que la coordinación exige un permanente esfuerzo de interlocución y de lealtad. Un fenómeno que ya se produjo en la pandemia y que ahora, con una realidad menos dramática que la provocada por el virus, distorsiona la ejecución ordenada del principio de subsidiariedad. Incluso en países de estructura abiertamente federal como Alemania, las relaciones entre el Estado central y los 'lander' no están exentas de ese campo de tensiones a la hora de armonizar las respuestas concretas con las soluciones globales. El equilibrio de nuestros tiempos. Flexibilidad y firmeza para conciliar intereses y evitar los agravios.

Al final, será la evolución de los próximos meses en Europa la que despejará las incógnitas. La guerra de Ucrania no parece que vaya a terminar pronto, lamentablemente, y este dato inquieta. El peligro de una recesión económica es real. Septiembre nos va a dar malas noticias económicas después del paréntesis veraniego en el que toca desconectar y cargar pilas. Claro que siempre es mejor prevenir que lamentar. Pero lo que más decepciona es que sobre el principio de realidad seamos aún incapaces de ponernos de acuerdo en lo básico.

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