Desde que, hace ya casi 9 meses, comenzara a funcionar el Gobierno de coalición surgido de las elecciones de noviembre de 2019, han sido bastantes frecuentes las ocasiones en que se fueron poniendo de manifiesto disparidades y desencuentros, de mayor o menor entidad, en temas ... de mayor o menor calado, que de todo ha habido; hasta el momento, tales episodios se fueron solventando, con más o menos verosimilitud, con más o menos apariencia, según los casos, sin que se hayan percibido riesgos serios de ruptura, tampoco cuando el encontronazo fue más evidente, más relevante o más profundo. Los nueve meses que decía, casualmente el periodo habitual de un embarazo, no es demasiado tiempo, ciertamente, para una comprobación más fehaciente de la prueba de resistencia de una coalición; de esta coalición en concreto.
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Los muy entendidos en estos asuntos afirman con cierta contundencia dos cosas: que el tiempo del riesgo está, como pronto, en el último año de la legislatura, cuando se haya llegado hasta allí, porque es el momento en que la apetencia por la diferenciación, cercanas ya las nuevas elecciones, puede hacer deseable y rentable la ruptura, siempre que se elijan bien los motivos; pero también sostienen que cada coalición es un mundo, y que no hay una teoría general de las coaliciones, válida para todas. Y ya se sabe que, donde no hay teoría general, lo normal es que haya casuística, y que el análisis debe hacerse caso por caso. Eso es, entonces, lo que correspondería hacer con «nuestra coalición». A eso voy, tratando de establecer su naturaleza y sus características, por ver si así también se puede entender mejor su funcionamiento, y el del Gobierno.
Creo que lo primero de todo es destacar el hecho de que se trata de una coalición entre competidores directos, en un espacio político ambivalente, donde los dos integrantes tienen opciones de expansión, aunque cada uno tenga sus matices; distintos, pero no distantes. Hay otras coaliciones en las que sus protagonistas no rozan electoralmente entre sí, o, si lo hacen, tienen el territorio y la clientela más definidos, más apartados y menos fronterizos. Es el caso de esas llamadas 'grandes coaliciones', tan conocidas en Alemania, donde se integran conservadores y progresistas, la derecha y la izquierda, ambas moderadas, los democristianos y los socialdemócratas; aunque en una parte de sus respectivos límites se toquen y compitan, porque las ideologías se van difuminando, el grueso de su electorado está diferenciado y los competidores están en medio o en los extremos, pero no compiten mucho entre sí. Por eso tienen condiciones para ser más estables, aunque exigen un contexto de cultura histórica y política que las acepta y las reclama en cuanto alguno de los dos no tiene mayoría; y es curioso que, aunque uno de los dos suele salir del gobierno muy disminuido, al poco tiempo repiten de nuevo la experiencia. Obviamente, no es nuestro caso, ni nuestra situación: aquí el PSOE hubiera querido liquidar a Podemos, y viceversa. Dejémoslo anotado.
En segundo lugar, la nuestra es una coalición no estrictamente voluntaria, ni deseada, especialmente por el coaligado mayoritario; fue más fruto de un resultado electoral que de la voluntad, o del deseo, o de la convicción. En buena medida es una 'coalición obligada', un tanto forzada. No se olvide que se repitieron en noviembre unas elecciones que se habían celebrado en abril, precisamente, y entre otras cosas, para evitar la coalición que no se consiguió evitar y que se formalizó al día siguiente. Eso marca, sin duda; introduce en el escenario un factor de desconfianza; ambos componentes se recelan, pero se necesitan. Y eso explica bastantes de las distorsiones, como ya se ha podido comprobar, siendo, además, una coalición un tanto ideologizada.
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Todavía hay más: es una coalición de minoría en la que la suma de sus aportaciones parlamentarias no da mayoría suficiente y con frecuencia requiere de apoyos externos para sacar adelante los temas. En la práctica política comparada, las coaliciones se diseñan y se ejecutan para tener mayoría; eso es lo que explica esas coaliciones, a veces tan extrañas, de tres, cuatro, cinco, o más componentes. La de aquí necesita de terceros ajenos, no vinculados, relativamente ocasionales y de muy distinto signo, visto el mapa de la representación política del país. Este, creo, es uno de los graves problemas, sobre todo si los eventuales aliados de los coaligados son objeto de veto o de incompatibilidad, sea unilateral o recíproca; porque esos aliados están a un lado y a otro, y si cualquiera de los coaligados excluye hacia un lado, a quienes podrían ser aliados del otro, la ecuación se puede complicar sobremanera, y tampoco faltan ejemplos de ello.
Por fin, esta coalición, sin pretenderlo, está gobernando en una situación especialmente difícil, lo que impone unos condicionamientos aún más rigurosos en su funcionamiento. Hasta ahora sólo teníamos experiencia de acuerdos de investidura y de pactos de apoyo parlamentario a gobiernos en minoría, pero no de coalición en el Gobierno. Pues ya ven: no teníamos experiencia de coaliciones en contextos razonablemente tranquilos y normales, en los que haber ido ganando algo de cultura de la cooperación, y nos está tocando hacerla en una grave excepcionalidad, con necesidades crecientes, recursos escasos y prioridades condicionadas. El ambiente ideal para que los afanes de notoriedad diferenciadora puedan hacer estragos, cuando es probable que muchas de las decisiones que se toman, o se van a tomar, no son de las que hagan feliz a quien las adopta o las promueve.
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Ahora metan todo eso en la coctelera y agítenlo: una coalición involuntaria, en minoría y gobernando una crisis especialmente grave. Una operación arriesgada, pero, a la vez, una ocasión muy apropiada para medir el nivel de las más altas virtudes de la política: generosidad, responsabilidad, sensatez, templanza. Eso que llamamos grandeza, que, por contradictorio que parezca a simple vista, es precisamente humildad; demanda y oferta de complicidades. Y si es cierto que nos falta cultura de tal, o que la hubo y se fue perdiendo por el camino, este es un buen momento para encontrarla.
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