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Muchas personas que consideran erróneamente que estoy bien enterado de los intríngulis de la endiablada política española me preguntan, como si se tratase de un adivino, ¿hasta cuándo va a mantenerse la coalición que nos gobierna? Obviamente, no lo sé: soy de los ... que creía que iba a durar poco, suelo responder, pero el tiempo me va desmintiendo.
Cada mañana nos despertamos con alguna noticia sobre las diferencias, tiranteces y discrepancias entre los ministros del PSOE y Unidas Podemos, y la conclusión es que esta vuelta a la insensatez será la última. La conclusión global que sacamos en estas conversaciones espontáneas con miembros próximos al Gabinete y personas de la calle coinciden que esto no puede seguir así. «La coalición está en el alero», escuché ayer mismo.
Sin embargo, los hechos lo desmienten. En el Gobierno hay ministros que se muestran en contra de la Constitución, que quieren derribar la Monarquía, que defienden el separatismo, que protegen a los delincuentes, niegan que nuestro sistema sea democrático, ensalzan la amenaza terrorista y se oponen a que las fuerzas del orden salgan a calle a impedir la violencia que causan los extremistas exaltados.
Es evidente que no todos los ministros comparten estas ideas ni transigen con estas tácticas que dividen a los ciudadanos como en los tiempos peores que se recuerdan; que deterioran de manera continua nuestra imagen y prestigio internacionales, que deprimen las conciencias de quienes quieren disfrutar la libertad con respeto a todos y, lo que aún parece peor, fomentan el odio y propugnan la venganza.
Ignoro, por supuesto, el análisis que se hace en el palacio de la Moncloa de esta situación tan preocupante. Sabemos por experiencia que, desde aquellos despachos –en los que se acumulan tantos motivos de preocupación– la opinión de la calle llega amortiguada y, conforme pasan los meses, hasta se vuelve inaudible o se le buscan explicaciones que no convencen a nadie. La portavoz del Gobierno debe de estar desesperada. No debe ser fácil ser portavoz de un Consejo de Ministros, convertido en un guirigay semanal; es decir, tener que defender una cosa y soslayar la contraria.
Somos una democracia, aunque un vicepresidente radical lo niegue, y la democracia tiene recursos legales y sencillos para proporcionar a los gobernantes la información del sentir de los ciudadanos si la opinión de los medios de comunicación no fuese suficiente. ¿Qué tal una consulta que permita saber el porcentaje de contribuyentes que están satisfechos con esta coalición? Anímese señor Tezanos.
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