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Quizás sea un poco pronto para empezar a valorar la coalición de Gobierno PSOE-Unidas Podemos y sus continuos rifirrafes. Pero son muchos los indicios de que no pasará a la historia de la democracia como un modelo político a imitar. Si pasamos revista a ... los medios de comunicación y a los hechos protagonizados por la relación entre los dos partidos, la conclusión es que no es buena ni muestra perspectivas de mejorar. Ambos grupos evidencian que tienen pocas ideas en común y que van resistiendo la convivencia a lo largo de la legislatura a remolque, en una actitud permanente de 'aguante el que más pueda'. Las desavenencias son tan evidentes que ninguno se atreve a disfrazarlas. El presidente Sánchez ejerce con aspecto autoritario cuando en realidad soporta carros y carretas.
En los debates parlamentarios, los grupos se confunden con los de la oposición y algunos proyectos salen adelante incluso con el voto en contra o la abstención de una de las partes. En la calle se escucha con mucha frecuencia preguntar por qué no se rompe la coalición –algo que la lógica no descarta– y continúa el PSOE gobernando con apoyos externos hasta la convocatoria de elecciones anticipadas u ordinarias. Las respuestas son variadas, pero casi ninguna de las opiniones que se escuchan se muestra muy conforme con la situación. Militantes y simpatizantes socialistas están hartos del espectáculo de falta de sincronía que se viene dando. Y les asusta llegar a los comicios después de la imagen que se está ofreciendo. En cambio, los seguidores de Podemos, más desunidos y desintegrados, se quejan de que no están avanzando en los objetivos revolucionarios que ambicionan.
Continuamente protestan al tener que ir de remolque en medidas y decesiones con las que no concuerdan. Y se quejan de que sus perspectivas electorales anticipan una caída mientras algunos de sus miembros más conspicuos parecen decididos a enfocar su futuro político por su cuenta. Para la opinión pública al menos hay dos razones que explican su actitud incomprensible. Una quizás sea el riesgo del enfrentamiento entre las numerosas organizaciones que se vinculan bajo el término Podemos y las dificultades que tendrían para volver a construir un nuevo grupo ministerial para reemplazar al actual tan desgastado. Así se explica que se defienda continuar a pesar de la inutilidad de ministros al cargo de carteras sin contenido, sólo justificadas por necesidades aritméticas en la coalición.
La otra, contemplada por ambiciones humanas, es la defensa de continuidad en unos puestos de relieve, que garantizan un bienestar económico y permiten colocar en su entorno a compañeros que, sin más méritos que su militancia, se benefician de un puesto de trabajo oficialmente relevante y un estatus que les resultaría difícil mantener fuera de la Administración.
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