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El mundo está repleto de refinados poetas, de arriesgados viajeros, de novelistas que pueden, si no cambiarnos la vida, restarle un poco de su pesadumbre y hacerla más digeribleSecciones
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El mundo está repleto de refinados poetas, de arriesgados viajeros, de novelistas que pueden, si no cambiarnos la vida, restarle un poco de su pesadumbre y hacerla más digeribleAsistí hace unos días a la puesta en marcha de un club de lectura en Aguilafuente. Todo un acontecimiento, aunque no salga en las noticias. Hay muchos clubes de lectura en España. Aguilafuente no es un pueblo cualquiera, ya que el Sinodal allí celebrado en ... el siglo XV dio lugar al primer libro impreso en España. Es decir, que se trata de un pueblo vinculado estrechamente con la aparición de la imprenta, uno de los acontecimientos más revolucionarios. Su biblioteca sin embargo ha estado arrumbada, como esos almacenes de libros viejos, carentes de movimiento. Parece que ahora va a cambiar de suerte.
Qué placer ver allí, al calor de la primera convocatoria, un grupo de señoras mayores, acaso amas de casa algo asustadas, confesando que no habían sido grandes lectoras. Y una de las animadoras diciendo que no pasaba nada, que no importaba, que nunca es tarde para comenzar a cambiar el destino. Que no se debían asustar, que estaban allí para descubrir el placer de navegar por las páginas de un libro. También el entusiasmo de las mujeres lectoras tratando de trasmitir su pasión al resto de los asistentes.
Este club, estoy segura, decía una de las animadoras, os va a cambiar la vida. Un ciudadano que lee es un ciudadano distinguido. Porque viaja y no solo en el espacio, también en el tiempo. Claro que las películas que vemos también nos proponen un viaje. Pero, frente a las imágenes, las palabras agudizan los matices y nos hacen apropiarnos de su naturaleza fecunda y resbaladiza. Qué cosas más hermosas, dijo Gloria Pedrezuela. Y no os asustéis. Si un libro presenta resistencia, lanzarlo a la papelera, bueno a la papelera no, dejadlo ahí, porque habrá otro a la espera. Cada cual tiene su sensibilidad. De lo que se trata es de hacer de la lectura un lugar de encuentro, salir de casa, comentar cómo nos ha gusta tal o cual pasaje y descubrir al final del curso que hemos leído doce o quince o veinte libros y que esa lectura ha creado complicidades entre nosotros.
Hermosas palabras. Lo que uno no sabe es por qué no hay más clubes de lectura. La gente de los pueblos con frecuencia se atrinchera en sus casas detrás de la tele narcótica cuando las bibliotecas públicas disponen de fondos con libros de Atxaga, de Llamazares, de Pereira, de Italo Calvino, de Delibes…, libros que hay que leer en silencio, de espaldas a las redes, acaso al calor de la cocina, para salir precisamente de la cocina, pasa salir de Aguilafuente, para descubrir que el mundo está repleto de refinados poetas, de arriesgados viajeros, de novelistas que pueden, si no cambiarnos la vida, restarle un poco de su pesadumbre y hacerla más digerible.
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