Civilización

Por cada vida humana que salvamos destruimos otras mil. La memoria colectiva de una sociedad hipócrita olvida convenientemente estas cifras vergonzantes. Los dioses habitan el planeta pero no los vemos, se esconden tras su dinero. Son los mismos dioses que han decidido destruir el planeta. La mediocridad humana es una costumbre a la que no estamos dispuestos a renunciar, incluso la alimentamos a diario para crecer en ella. Conformamos una sociedad que ya no cree en la confidencialidad humana, y esa renuncia rebaja la cultura de una civilización decadente.

El egoísmo domina la razón y los actos humanos desde el origen de los tiempos. Ni la cultura ni ninguna civilización han sido capaces de cambiarnos. Tal vez el cambio climático nos cambiará, pero resulta que no tenemos recambio. Hoy somos rehenes de la tecnología, sin ella nos convertimos en animales indefensos aislados del mundo y es entonces cuando comprendemos que no es fácil aprender a vivir. El relato tecnológico es un hermoso cuento que podría tener un pavoroso final para la especie autodenominada inteligente. Lo artificial puede llegar a ser natural y al contrario.

Se vislumbra un antimundo sin compasión en el que la selección natural será artificial, el poder de quienes diseñan la Civilización establecerá las condiciones de vida del planeta para reducir la demografía exclusivamente al mundo de los poderosos. El proceso civilizador no quiere reconocer que todas las especies animales están destinadas a extinguirse o ser extinguidas, la vida no es inmortal, no es eterna. Quizás esa certidumbre sea el paradigma de la nueva Civilización.